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Tina y Klaus: Viviendo gracias a la bondad de extraños.



Primero que nada, tengo que aclarar que para mi traducir este post es lo más extraño del planeta. En inglés todo tiene que ver con la palabra kindness, que acá traduje como bondad. En realidad la palabra es una mezcla entre bondad, caridad, respeto, buena onda, ternura y ver el lado positivo de las personas, pero todo eso sin las connotaciones cristianas de palabras como bondad y caridad. Kindness tiene que ver con esa cualidad humana -jamás divina- de tratar a la gente con el respeto y cariño que se merecen, simplemente por ser personas. Aquí voy a ocupar bondad para referirme a ese concepto, pero cuando lean, piensen en esto.

Este último post marca el fin del camino para mi. Me separé de Tina y Klaus esta mañana en el aeropuerto de Timisoara. Ellos van a seguir camino itinerando la Galeria Nowhere a través de Rumania y finalmente otro Nomadic Village en Austria, pero aquí es donde yo me bajo.

Me parece lógico que el último post esté reservado para las personas que han sido fuente y tema de tantas historias a lo largo del camino. Al mismo tiempo, me cuesta mucho hablar de ellos sin hablar del Nomadic Village. Más aún, me cuesta mucho hablar de ellos sin referirme al efecto que han tenido en mi. Así que esta no es realmente su historia, es la mía; La historia de mi mes con Klaus Mähring y Tina Horvath. La mayoría de lo que voy a escribir es cierto, a lo menos cierto para mi. Siéntanse libres de recontar esta historia como quieran.

Yo suelo decir, y pensar, que la bondad –acuérdense, kindness- te puede llevar a cualquier parte. Mucha gente, particularmente mi familia, interpretan esta forma de ver la vida como inmadurez. Son escépticos de que vivir así sea posible, y se quedan callados, miran de lado y de vez en cuando me preguntan cuando voy a madurar. Esta historia es también la historia que prueba que yo siempre tuve la razón, definitivamente la razón.

Para mi la historia del último mes partió en el verano. Me llegó una convocatoria para Nomadic Village y, sabiendo que iba a tener la fortuna de estar en Europa estos meses, postulé. La convocatoria era originalmente para un Nomadic Village en Sofia (Bulgaria), en un festival de instalaciones lumínicas. Era perfecta para mi. El tipo que firmaba la convocatoria, firmaba como Klaus, el Capitán. Tuve que ocupar la compostura de todas las células de mi cuerpo –que no es mucha- para no partir el mail con ¡Ahoy Capitán! Pero por la convocatoria no tenía cómo saber si era un tipo buena onda que no se toma tan en serio, o un lunático egomaníaco altamente eficiente y con un proyecto bacán. Así que antes de subir extraños al columpio, decidí abstenerme y tantear terreno. Discutimos mi proyecto, y después de un poco de pin-pong de correos, le mandé mi postulación oficial. La verdad es que no le tenía mucha fe. Yo no soy de esas personas que se ganan lo que postulan. Todo lo contrario, suelo tener que apalear a la vida para que me pasen cosas. Más por cansancio que por destino. Quizás se podría decir que mi vida es como comer locos constantemente. Apaleadora, y agotadora. Con la excepción que los locos son asquerosos y a mi, a pesar de todo el apaleo, me gusta mi vida. Pero en realidad también tiene que ver con que mis proyectos suelen ser estúpidamente grandes y a los desconocidos les cuesta creer que soy capaz de llevarlos a puerto. He pasado la mayor parte de los últimos dos años rogándole al universo que alguien me crea y me de una oportunidad. Ese alguien fueron Klaus y Tina.

Todo estaba listo. Dos semanas en el Nomadic Village de Sofia. ¡Explosión de emoción! Hasta el día que llegué a Newcastle y recibí un mail de Klaus. El Village de Sofia se canceló. Resultó ser que el proyecto recibe fondos del gobierno de Austria, pero este año todo el presupuesto de las artes se tuvo que ir a Eurovisión –gracias Conchita. Pero Klaus tenía un plan. Me ofreció ir al Nomadic Village de Cerkno y de ahí viajar por ellos durante 2 semanas por los Balcanes. Y a mi, ¡que me han dicho! Tiré mi proyecto por la ventana, me puse a pensar en uno específico para esos lugares, y me subí a la micro, literalmente. Nunca se me ocurrió que me estaba subiendo a un bus con extraños, pero cuando un amigo se dio cuenta y me preguntó si no me daba nervio, la verdad es que yo confié en Klaus desde un principio, y no me equivoqué.

Desde que me fue a buscar a ese pub en Cerkno –dónde me encontró Ludwig- me he sentido muy cómoda y confiada con Klaus. Tiene una forma de tratar a la gente que inmediatamente te agrada. Sonríe y te trata como parte de la familia. Y ya está. Te adoptó. Para bien o para mal, él es una de esas personas que confía en ti hasta que lo decepciones lo suficiente para probar lo contrario. Yo soy así también. Pasé un período mas o menos oscuro cuando estaba en Londres, pero después me di cuenta que prefiero decepcionarme mil veces antes de volverme escéptica del potencial humano de las personas. Quizás esta sea la razón por la cual confié en Klaus incluso antes de conocerlo.

Tina es una chichita completamente distinta. Al principio me daba un poco de susto. Es muy directa. Te va a decir lo que piensa si o si, y le da lo mismo si estás de acuerdo o no. La parte que da sustito es que puede ser muuuy directa, incluso un poco dura y es fácil ver como muchas personas tienen problemas con un modo así. Con el paso de un par de días empecé a ver en ella otras cualidades que tranquilizaron mis reparos. Tina –y Klaus también, pero de una forma más obvia- padece del síndrome del corazón infinito. Si ella juzga que tienes un cerebro propio –y lo ocupas-, una cantidad mínima de sentido común, y tratas a los demás con respeto y cariño, sería todo. Entraste. No hay nada que ella no vaya a hacer por ti a ojos cerrados. Lo empecé a notar, particularmente con Klaus y Anna. No pasó mucho tiempo antes que lo notara también en mi.

Tina y Klaus estuvieron ahí durante todo el campamento. Listos y dispuestos en caso que alguien necesitara ayuda. Mitad siendo anfitriones, mitad haciendo su trabajo, eran los titiriteros que hicieron del Nomadic Village un éxito. Ahora, es importante aclarar esto, porque independientemente de lo que hayan leído hasta ahora, Klaus y Tina no son un par de Hippies. No están ni cerca. Tampoco son unos santos. Lo que sucede es que piensan bien parecido a mi y por eso terminamos como poto y calzón. La cosa es que en un Nomadic Village la vida no es pura paz y amor. Se trata de establecer una comunidad de artistas trabajando dentro de una comunidad ya establecida –un pueblo dentro de un pueblo, pero el ítem trabajo es clave. Da lo mismo el resultado. Importa el proceso. Por eso es que es una residencia de reflexión. Ahora esta comunidad de artistas tiene una estructura social. Es una dictadura. Nada de medias tintas acá. Klaus es el alcalde, Tina la ONG, y el resto nos dedicamos a lo que tengamos que hacer, ye es que esta comunidad a la larga es una escultura social (en palabras de Klaus). Todos los artistas somos parte del proyecto artístico de Klaus y Tina, y el trabajo que generamos, lo hacemos dentro de ese contexto. Siempre y cuando entendamos eso, estamos todos bien. Si no entendiste el proyecto (y esa es mi humilde opinión), re-lee la convocatoria, chicotea los caracoles y súbete a la micro. No es tan difícil la cosa.

Creo que está de más decir que administrar un grupo de gente es complejo. Administrar un grupo de artistas es, en mi humilde opinión y experiencia, rogar por el desastre. A la larga hay que admitir que somos una manga de ególatras inseguros. Además, más allá del proyecto, siempre hay lazos emocionales con las personas y separar esas dos cosas es muy difícil en una situación así. Luego de que terminó Cerkno, nos fuimos a esconder unos días en Croacia, más que nada para que Klaus y Tina pudieran recargar baterías. Todavía les queda mucho por delante.

En esos días los pude conocer mucho mejor. También pude entender mucho mejor mi posición dentro del proyecto. Soy la primera artista que invitan a viajar con ellos. En general las residencias son en los Nomadic Villages, no en el camino. Además, gracias a Eurovisión, Klaus y Tina tuvieron que financiar el proyecto de sus bolsillos este año. Fuera de unos fondos de las embajadas austriacas de Serbia y Eslovenia, lo cierto es que nos comimos sus ahorros. Y es que este proyecto es así de importante para ellos. Para mi es aún más fuerte. Saber que me tienen esa fe de apostar por mi aún en un año así me infla como pavo real. Pero también es una presión, y genuinamente espero no haberlos decepcionado. Si no fuese porque me financiaron este mes, no hay ninguna posibilidad en el universo de que hubiese podido hacer las semanas de viaje. A penas alcancé a trabajar lo suficiente en Newcastle para ahorrar la plata de los pasajes. Ni un peso más. Si no fuese por su bondad, no estaría acá. Este proyecto ha reafirmado mis ideas sobre bondad, pero también me ha hecho cuestionarme otras cosas. En particular la obsesión que tiene nuestra sociedad con glorificar la propiedad privada. El punto de Tina de que es difícil entender cómo las personas pueden ser dueñas de pedazos de tierra removió mis  paradigmas. Para mi, la decepción de que la gente sea dueña de tierras vacías y restrinja su acceso era simplemente algo que había que acatar. Ahora veo que no es tan simple, ni tan difícil de subvertir. Si no me creen a mi, pregúntenle a la policía croata en Badlejvina. Llegaron a echarnos en nuestro último día ahí. Propiedad privada. Luego de sonreír y ofrecer torta a los oficiales uniformados, llegaron otros dos. Vestidos de civil, con pistolas  cara de pocos amigos, estos no eran tan fáciles de dar vuelta. Luego de un par de tallas mal recibidas, queque rechazado y muchos gruñidos croatas versus nuestras sonrisas, se suben al bus y se acabó la discusión. A penas suben los peldaños se les ilumina la cara como cabro chico con juguete nuevo. Ganamos. Siempre supimos que íbamos a ganar. Klaus y Tina me enseñaron eso.

Este mes también me ha hecho considerar mi propio status habitacional. Siempre me vi como desplazada. Al ser nieta de inmigrantes, no te crían como al resto de tus amigos, pero tampoco te crían como en el país de origen. Es algo raro entremedio. Algo a lo que le cortaron las raíces. De alguna manera, una no calza en ningún lado. Siempre pensé que entre ese desplazamiento y mis tendencias vagabundistas, nunca iba a tener un hogar. De alguna forma, donde fuera iba a tener que crear una versión de hogar, sin necesariamente pertenecer. Poco antes de partir este proyecto, me di cuenta que no tengo uno, sino dos hogares. Porque el hogar no es un espacio físico. Es uno social, está compuesto por tu gente. Y yo tengo gente, mucha, y en los dos lados del Atlántico. La paradoja es que para cuando me di cuenta de esto, también me di cuenta que no tengo casa. Digamos que mi situación habitacional es algo volátil, mayoritariamente debido a que no puedo pagar un arriendo, así que por el momento y por el futuro predecible estoy condenada a pecharle a mis amigos.

Esta paradoja se desprende de que esa noción de hogar es distinta de la de hogar/casa. Ese paraíso de seguridad interna, dónde uno cierra la puerta y todo está tranquilo, a salvo. Eso es lo que no tengo. Durante el último mes, mi casa fue mi carpa –que irónicamente también es prestada-, pero me ha permitido pensar en el poco espacio físico que necesito para funcionar cómodamente, pero por sobre todo que esa casa no tiene porqué estar condicionada a una superficie de tierra. Quizás un espacio móvil sea una solución buena e interesante por un tiempo –Si, me refiero 100% al camper de mis papás, por si alguien quiere escuchar la indirecta-. Quizás esta forma móvil de vivir se adapta mejor a mi noción de hogar que cualquier otra cosa.

Sólo me separé de Tina y Klaus hoy, y la experiencia de la residencia se va a ir decantando mientras pasen los meses. Sin embargo, ya puedo sentir un cambio sustancial en la forma en que veo mi propia movilidad, y la política dentro de esos pensamientos, y eso se debe 100% a ellos. Como ya dije antes, los he visto lidiar con mucho stress emocional e último tiempo, y espero haber podido amainar un poco las cosas. También he podido presenciar la bondad de extraños a lo largo del camino. El fin de semana nos Srdjan y Biljana de Subotica vía Sombor nos adoptaron. Quién diría que lo mejor que nos podría haber pasado fue que no nos dieran permiso para estacionar en Novi Sad –Corrección: permiso hubiésemos tenido, pero no plata para pagarlo-. Al final, terminamos pasando un día en su casa en Subotica, conversando en el quincho y regaloneando a sus dos perros y gata. Serden y Bljana son amigos de Klaus de cuando trabajó con Art Klinica en Novi Sad hacen como 4 o 5 años. No nos conocían ni a Tina ni a mi. Da igual. Inmediatamente nos trataron con el mismo cariño que a Klaus. Y es que para este punto, sólo se trata de hacer un poco de sumas:

Durante los últimos tres meses he tenido un techo gracias a mis amigos. Pude volver a mi trabajo antiguo para poder mantenerme, sin preguntas ni reparos ni nada, solo con un abrazo de bienvenida. Tina y Klaus me han permitido ser parte de su proyecto, y a la vez me han mostrado un rincón del mundo que de lo contrario no conocería. Aún más importante, compartieron conmigo su forma de ver el mundo. Al volver a Chile, voy a vivir con amigos que también sufren del síndrome del corazón infinito. Y esto son sólo los casos más grandes, evidentes y prácticos, pero lo cierto es que siempre trato de tratar a mis amigos como se merecen: con respeto, amor, y tiempo. Y aunque detesto pedir ayuda –y cuando lo hago, de verdad trato de no abusar-, a penas tengo que abrir la boca y están todos listos y dispuestos para lo que sea.


La bondad realmente te lleva a cualquier parte. En Chile decimos que los amigos valen más que la plata. Yo no lo veo así. Tampoco creo que sea mi propia bondad la que me lleve a algún lado. Es la bondad de los otros, de la que quiero aprender y ojalá yo también seguirla traspasando. No se cómo voy a poder retribuir todo el cariño que he recibido y sigo recibiendo. Lo único que se es que Tina y Klaus poseen el tipo de bondad más escaso: Bondad hacia los extraños. Separarme de ellos en el aeropuerto fue muy triste. Esperé mi bus por una hora, y creí que la indiferencia generada por la espera iba a hacer el resto de mi día más fácil. Pero al salir del aeropuerto, el bus se dio una vuelta por el estacionamiento y pude ver por última vez el bus y la caravana ahí estacionados. Esa última despedida me sacó el lagrimón que tenía atorado. Extraños. Esa palabra ya me sonaba mal cuando empecé a escribir este post. No se me ocurre como Klaus y Tina puedieron haber sido extraños en algún minuto. Prefiero llamarlos amigos, si no familia. Y la verdad es que da lo mismo si tengo casa o no. Dalo mismo el lugar del mundo donde me encuentre, ellos siempre van a tener un hogar conmigo.

El Rubio, el Alto y el Flaco

Ayer finalmente vimos gente. Nosotros estábamos sentados afuera, preguntándonos cómo un día que amaneció fresco y agradable se había convertido en el séptimo círculo del infierno. Mientras las neuronas derretidas trataban de incorporarse para analizar el fenómeno de la temperatura, dos niños llegaron en bicicleta. Tenían más o menos 14 o 15 años, y nunca me enteré de sus nombres. Ni siquiera estoy segura de que nos hayan dado sus nombres, así que los voy a llamar el Rubio y el Alto, porque uno era rubio y el otro alto.

El Rubio es claramente el líder. Es más bajo que el Alto, pero muy, muy parlanchín. Parece no internalizar el hecho que ni Tina ni yo tenemos la menor idea de lo que está diciendo y Klaus a penas alcanza a entender un par de palabras que logran salir a flote en medio de su verborrea.

Mientras el Rubio habla hasta por las orejas, el Alto está de pie un poco más atrás y se sonríe. Se da cuenta perfectamente del loco que está haciendo su amigo y lo poco que le parece importar que estemos un poco incómodas. El Rubio ni siquiera tiene la deferencia de gesticular. Simplemente está parado ahí, hablando sin parar. Mientras  habla, Tina ya está cortando dos pedazos de queque. A los chicos les da un poco de vergüenza el gesto, pero lo agradecen. Cabe mencionar que el pedazo de queque no hace nada para callar al Rubio. Es impresionante como no calla ni para respirar, y ni se nota que tiene comida en la boca. Por suerte, a penas se terminan el queque, los dos se van, pero no sin antes echarle una buena mirada a la motoneta rosado chicle que está estacionada brillando bajo el sol de la tarde.

El mismo día, pero un poco más tarde volvió a cambiar el tiempo. Tormenta eléctrica, pero corta. En realidad fue una ducha agradecida, porque ni Tina ni yo estamos lidiando bien con el calor. Una vez que amainó, y esperanzados por la presencia amistosa del Alto y el Rubio, Klaus y Tina se encaminaron hacia el pueblo para probar suerte y ver si encontraban más locales amistosos. Lo cierto es que la verdadera razón era para ver si el almacén está abierto y comprar harina y leche porque se nos están acabando. La harina es vital para el pan y los queques varios, y la leche para hacer espumita para el café. No café y no torta implican versiones bastante malhumoradas de Klaus y yo. Tengo la impresión que Tina lidiaría mejor con la falta de azúcar, pero probablemente me equivoque.

No tuvieron éxito. Escucharon humanos riendo, pero en algún patio de atrás inaccesible. También encontraron el bar local, pero resultó estar compuesto por 3 curados tomando afuera de la botillería. Además el almacén estaba cerrado. Volvieron al campamento para más malas noticias, la galería desarrolló otra gotera (ya van 3). Pero por lo menos les tenía la comida lista. Secamos una mesa y unas sillas y nos sentamos a comer afuera. Ya hacía calor nuevamente. Estábamos terminando de comer cuando volvieron a aparecer los niños. Esta vez venían acompañados de un tercero, el Flaco, y traían regalos.

Después de intercambiar Dober Dans –Tina ya partió a buscar la torta-, el Rubio abre su mochila y saca una botella de medio litro de Coca-Cola llena de schnapps de ciruela. Para que nos entendamos, los schnapps son la versión europea (un poco más del este) de aguardiente hecha con frutas. La toman sola. Además de los schnapps, traían otra botella (sólo que esta era gigante de 2 L) con leche fresca de vaquita, y un trozo descomunal de panceta. Son todas delicias hechas en casa. Con Tina asumimos que le contaron a su mamá de la torta y los mandaron de vuelta con regalos de reciprocidad. Si fue voluntad materna o propia, la verdad da lo mismo. Los regalos fueron recibidos con un segundo pedazo de queque, y nos volvió a inundar la verborrea del Rubio. En un principio, el Flaco nos ayuda traduciendo un par de palabras al inglés –tengo la sensación que estos niños entienden muchísimo más de lo que aparentan-, pero luego de un rato es evidente que al Flaco no le interesa ayudar, y sólo está ahí para presenciar  la performance de su amigo. Al igual que el Alto, el Flaco se para un poco más alejado y ambos se ríen de la escena que tienen en frente.

No tengo ni la más remota idea de lo que está diciendo el Rubio. Tina lo mira boquiabierta, y después a mi, como diciendo :-¿será verdad que el pobre cabro no atina que no entendemos un huevo de lo que está diciendo?- Klaus acepta el desafío y al menos hace el esfuerzo de seguirlo un poco. Menos mal, porque lo que sí entiendo es que no le interesa hablar ni con Tina ni conmigo. La cosa es con Klaus. Eventualmente nos enteramos que un familiar del Rubio (podría haber sido un amigo o un conocido también) vio a Klaus paseando a la pobre motoneta en pana cerro arriba el día anterior. Al parecer el extranjero paseando una motoneta rosada cerro arriba, a pleno sol y abrigado con equipo para parapente les causó bastante impresión (por no decir risa hilarante motivadora de bullying) a los locales. El conocido del Rubio le sacó una foto, y él decidió venir a darse una vuelta para conocer en persona este cruce fascinante entre moto, bici y carrito de súper para la tercera edad.

Klaus se da cuenta de lo embalado que está el pobre Rubio y lo deja ir a dar una vuelta. La pobre motoneta nunca se enteró de cómo pasó de estar descansando en calma a tener encima a un adolescente troglodita acelerándola a concho –su concho son unos míseros 40k/h.- El Rubio va hasta la calle, da la vuelta al edificio del velatorio y vuelve. La motoneta vuelve a su descanso y nos volvemos a sentar a la mesa. El Rubio nos mira con atención. El Alto y el Flaco siguen de pie. Saben que ahora se viene lo bueno. De la nada el Rubio desarrolla la habilidad de gesticular y desde este momento entiendo perfecto lo que sucede. El cabro hincha pelotas no solo está enamorado de su propia voz. Quiere comprar la motoneta.

Le ofrece 300 Kuna a Klaus. Nótese que 1Kuna está a $94, por lo que el cabro requete patudo pretendía pagar nada más que 28 lucrecias por la motoneta. Pero lo cierto es que aunque fueran 3000, este no es un tema de plata, y Klaus le dice que no. El Rubio, nuevamente batiéndola a la velocidad del rayo –y con algo de ayuda del Flaco-, nos explica que él le va a dar una vida claramente mejor. Primero que nada, la va a arreglar como la gente, porque nosotros los artistas probablemente le parchamos la pana con un chicle vencido, obvio- y le va a dar una capa de pintura para que tenga un color digno. Nos dice que le va a tapar el rosado poto de guagua envejecida con café. Nada de colores de niña para su moto ondera. Pobre cabro, claramente entiende menos de la vida que yo. Los tres caemos en un trance cuasi comatoso al imaginarnos a la pobre mufa (de cariño) pintada de café. Klaus le dice que definitivamente no, pero para el Rubio esto recién empieza. Klaus, para sacárselo de encima, le dice que la motoneta es de Tina, y es decisión de ella. El Rubio mira a Tina y trata de endulzarle el trato. ¿Qué tal 300 Kuna y un poco de Diesel para el bus?
No.
¿Los 300, el Diesel y su bici?
No.
-¡Pero ya pues! ¡Ustedes tienen un bus, no necesitan una motoneta!
-Tu tampoco, tienes una bici.
-¿Esta cosa?- dice apuntando a su bici más que decente –Esta porquería ni siquiera tiene motor. ¡Necesito un vehículo con motor! – Pobre cabro, quiere puro ser el bacán del pueblo. Cómo explicarle que en su pueblo eso no es tan difícil…
Le explicamos que la velocidad de la motoneta es directamente comparable a la velocidad de la bici. Bueno, más o menos, en subida la bici va más rápido, en bajada pueden competir, por lo que le conviene mucho más quedarse con su bici. El Rubio se niega a escuchar argumentos. Saca su teléfono, lo pone en la mesa al lado del de Tina. ¿Los 3000 y un upgrade?
No!
Toma su teléfono y nos muestra una foto de él montando una vaca (probablemente la fuente de nuestros 2 litros de leche): -La moto por mi vaca! Si hasta la puedes montar, ¿ves?-
Hasta este momento me estaba riendo de buena gana, pero más o menos moderada. Demás está decir que exploté. Las lágrimas de risa me llegaron casi al ombligo. Será broma que esto en realidad sucede. No me puedo frenar de meterle leña al fuego y :-¡Una cabra! ¡Pídele una cabra!- Nada mejor para hacer queso, pero con una huella de carbono mucho más chica que la de a vaca. Aparentemente los peos de cabra tienen muchísimo menos CO2 que los de vaca. Perdón, de vuelta al tema…

Después de mi brillante intervención, Tina se puso creativa: -¡Una oveja! Los 300 Kuna más una oveja.
-Los 300 más una oveja, ¡por esa chatarra rosada! No,no, no. Es demasiado, además que ni tengo de dónde sacar una oveja.-

No se bien cómo, pero en ese momento la conversación se dividió en dos. Por un lado el Rubio sigue tratando de truecarle la motoneta a Tina, y por el otro se pone a conversar con Klaus de tractores -para variar! Yo me echo para atrás y me sigo riendo. El Rubio trata de mantener conversaciones simultáneas con 2 personas que a estas alturas no tienen muchas ganas de seguirle el hilo. Atrás, el Alto y el Flaco siguen sentados en sus bicis riéndose del fracaso del Rubio. Como era de esperar, las conversaciones volvieron a converger cuando el Rubio sacó una foto de él manejando un tractor. En parte para mostrarle a Klaus lo bacán que es, y en parte para mostrarle a Tina que si puede manejar un tractor, obvio que puede manejar una motoneta. Tina tiene un momento de inspiración y grita: -¡Un tractor! ¡La motoneta por un tractor!-
El Rubio palidece un poquito. ¡Está tan cerca! Ya logró que Tina le dijera que si a algo. Si sólo pudiera truecar el tractor de su papá, todo sería perfecto… Igual, ¿quién necesita un tractor en el campo estos días? :-No, no puedo, el tractor vale mucho más que la motoneta- responde el Rubio.
Tina es tajante: -Si me das un tractor, tenemos un trato.- Ella ya se está imaginando carreras de lentitud entre el tractor y el bus. Personalmente, yo creo que están peleados. El tractor gana en subida, pero en bajada el bus puede agarrar bastante vuelo...

Mientras nosotros tres discutimos sobre los posibles resultados de la carrera, el Rubio parece haber llegado a una decisión. Le brillan los ojos. Inmediatamente el Alto y el Flaco perciben el peligro y entran en acción antes de dejarlo regalar el tractor de su papá. En un acto magistral de manipulación, se ponen a comparar marcas de tractores con Klaus para distraer al Rubio. Esto es como ver la versión croata de From Aiwa to Zen de Candice Breitz (google). Tina y yo nos lateamos. Mucho blablablá tractor, y empezamos a ordenar. Esta conversación ya lleva más de una hora y el Rubio no está ni ahí con callarse, así que nos empezamos a esconder. Desde adentro del bus escuchamos a Klaus decir: -No  trato, no motoneta, no trato.- Por si acaso algún trato se escapó en la cadena de malos entendidos.


Fue una tarde agotadora, pero hoy mientras nos derretimos bajo el sol vespertino, nos seguimos riendo. De repente el Rubio y el Alto se aparecen de nuevo. Otros 2 litros de leche salen de la mochila (y así es como empezamos a hacer nuestro propio queso). Klaus está en cama, así que sin interprete Tina y yo no entendemos nada. Saco el queque, les doy unos pedazos y me paso los siguientes 10 minutos tratando de entender que me están preguntando si nos hace falta agua- en el proceso les ofrecí agua fría, caliente, con y sin gas-. El pobre Rubio por fin se dio cuenta que sin Klaus no tenía por dónde con nosotras. Me trató de buscar en Facebook, pero mi cuenta es medio privada y no me encontró. Otra decepción. Finalmente fue a ver la moto. ¡A ha! En realidad venía a ver si Tina había recapacitado y se había decidido a dejar a la pobre motoneta vivir una vida digna. Pobre cabro… ¡de verdad no le cruje! Se lleva una última negativa y los chicos se van decepcionados. El Rubio va a tener muchísimas más oportunidades de estafar a alguien en el futuro, pero ¿quién sabe? Quizás el próximo año Tina y Klaus vuelvan a Croacia, y se lo topen en un camino, manejando un tractor rosado.

Badljevina

Este proyecto empezó como una especie de diario de viaje, que en vez de narrar aventuras, se enfocaba en cosechar memorias de las personas que encontramos en el camino. Luego mutó a este juego del teléfono que mezcla ficción y realidad, más que nada, en un intento por enfatizar la relatividad de la memoria y la verdad (entendida como versión oficial de los hechos). La ficción de estos textos no tiene que ser fantástica o extrema. Tampoco estoy apuntando a ganarme un premio a la narrativa. La idea es simplemente re-contar historias cotidianas. A veces las exagero, otras las hago más simples y cortas, incluso a veces más mundanas. Lo importante de este proyecto tiene que ver con mostrar la fragilidad, o en mi opinión personal, la completa inexistencia de una verdad irrefutable. De esta forma, estas historias evidencian el potencial para la creación –y no solo la absorción y transmisión- de la memoria.

Con estos objetivos en mente, es fácil enfocar el proyecto alrededor de las personas, o de una manera más simple, la memoria oral. Pero como va el dicho, el silencio vale oro, y esa ha sido mi experiencia aquí en Badljevina. Llegamos ayer y armamos el campamento en un campo pegado a un cementerio chiquitito. A pesar de que suena un poco tétrico, es un lugar tranquilo y lindo, en el borde del pueblo, y no hay nada ni remotamente tétrico sobre este cementerio. De hecho, forma una bonita burbuja en una región que parce haber sido vaciada por la guerra y repoblada por fantasmas.

Yo nunca antes había estado en Croacia. Las únicas imágenes que conocía son las de las playas idílicas llenas de turistas. Anna ya me había advertido que la realidad es muy distinta tierra adentro. Es más pobre, y mientras más uno se acerca a Bosnia, más fuerte le afectó la guerra. El viaje de ayer fue hermoso. Pasamos un sin número de pueblitos llenos de casas pintorescas. Que no se mal entienda lo que digo; casitas hermosas tradicionales de madera más vieja que el mal, pero la verdad a mi no me gustaría vivir ahí, ni mucho menos pasar un invierno. Cuando nos salimos del camino que bordea el río, el paisaje cambió un poco. Empezamos a ver más y más casas fabricadas con ladrillo expuesto (en este caso, el ladrillo expuesto no es una terminación, son casas de ladrillo sin terminaciones exteriores), mezcladas con casas terminadas y edificios más antiguos, ambos cubiertos de hoyos de bala y otros proyectiles. Klaus me cuenta que muchas de las casas de esta región están vacías. La gente huyó durante la guerra. Las casas quedaron hechas ruinas entre balas, bombas, piedras y ausencia. Al terminar la guerra, los países de la UE donaron miles de toneladas de ladrillos para reconstrucción. No me hace mucho sentido. ¿No sería bueno hacer una industria local de ladrillos y así generar empleo al mismo tiempo? Aparentemente los países de la UE catalogaban a Croacia demasiado corrupta como para donar dinero en vez de bienes. Lo que al parecer sucedió, es que al tener materiales gratis, la gente reconstruyó las casas, pero pensándolas como inversión, sin voluntad de regresar a estos pueblos. Las casas quedaron listas pero vacías, algunas a medio terminar. A veces sólo hay unas demarcaciones y pilas de ladrillos. Todo entre las ruinas de las casas destruidas. Así, los pueblos de esta región se configuran entre ruinas, casas abandonadas, construcciones abandonadas, y algunas casas habitadas, ya sean baleadas o nuevas.

Habiendo dicho esto, hay que admitir que el paisaje es un paisaje rural hermoso. Hay campos, cerezos al borde del camino, incluso un huerto de manzanos al lado de nuestro campamento. Es tranquilo e idílico, solo que no hay mucha gente, y de seguro no hay Ivanes listos para invitarse y meternos conversa. Cuando nos despertamos esta mañana, un campo de amapolas había florecido frente al campamento. Capa tras capa de dispositivos de remembranza se van sumando a la torta de milhojas de memoria en la que se ha convertido Bdljevina. Las amapolas me recuerdan que la guerra civil es sólo el conflicto más reciente que ha arrasado con estos pueblos. El área fue fuertemente afectada durante la Segunda Guerra Mundial, y a lo largo del camino nos hemos encontrado con varios monumentos partisanos, que nos recuerdan su pasado comunista.

Llega la tarde y aún no vemos a nadie, así que decido ir al pueblo a mirar y ver si encuentro a alguien que me quiera conversar un rato. Sólo veo unas cuantas personas arreglando el jardín o trabajando en los campos. Algunos me saludan de vuelta con un movimiento de cabeza. Un policía parado frente a su patrulla simplemente me mira feo. Llego a la iglesia. Es compacta, como todas las iglesias de estos pueblos. La pintaron hace poco. Al lado de la iglesia encuentro la escuela. También está cerrada. Las paredes están llenas de hoyos de bala. Otro cliché dice que todo se vale en el amor y la guerra. Decimos esas tonteras con demasiada soltura. Algunas cosas deberían ser sagradas. Los niños deberían ser sagrados.  No puedo dejar de pensar en qué se tiene que romper dentro de una para decidir disparar un arma contra un colegio. Se nota que la escuela fue pintada y remodelada hace poco. Incluso tiene ventanas de termopanel. Pero los balazos siguen ahí, como una herida a la que se le salen los puntos constantemente. Esto mismo sucede con muchas de las casas de Badljevina. Recién pintadas, jardines perfectos, campos perfectos, rosas perfectas, murallas baleadas. Quizás sienten miedo de estar olvidando demasiado rápido. Quizás los balazos son su forma de mantener viva la memoria.

Empiezo a caminar e vuelta y paso frente a un edificio en ruinas. Parece haber sido un edificio de locales que daban a la calle. Ahora el muro exterior prácticamente no existe. El techo tampoco. Curioseo un poco y veo que uno de los locales está siendo utilizado. Las cosas están en el rincón más protegido (ya que falta la muralla exterior), y los muebles se alzan entre medio de los escombros. Es una peluquería de hombres. De esas en que cortan el pelo y afeitan. Estoy a punto de entrar y meterle conversa al barbero cuando lo escucho discutir con alguien en el patio de atrás. Mejor no ahora, no parece ser un buen momento. Sigo mi camino y cruzo el cementerio. La capilla es antigua, pero las tumbas no. La mayoría son de los 50s, 60s, 70s, y 80s. Luego se saltan hasta el 2002 y después. Me pregunto qué pasó entre medio. Se perfectamente qué pasó entre medio, pero sólo me pregunto porqué ninguna de las víctimas de guerra están enterradas acá.


Vuelvo a nuestra burbuja frente al campo de amapolas. Tina prepara otro de sus queques deliciosos. Acá todo es normal, tranquilo y alegre. Solo que no se siente así. Un último cliché dice que una imagen vale más que mil palabras. Hoy no conversé con nadie de por acá, pero vi muchas cosas. El silencio, en el contexto de este blog, es como un silencio en una pieza musical. No aparece como un relleno porque no hubo nadie. Todo lo contrario, dice muchísimo, cuenta otro tipo de historia. Es impactante ver todas esas capas de memoria converger en este pueblo, y aún así nada de historia oral. Me pregunto si quizás habría sido más adecuado hacer este post a base de fotografías. Creo que quizás es más coherente. Pero aún así, andarme paseando, cámara en mano y tomando fotos de balazos me parece irrespetuoso, desde una perspectiva voyerística y un poco mórbida. Me hace sentir como parte de este turismo de post-guerra, o como si tuviera algún fetiche de nostalgia bélica, casi tratando al lugar como un parque de entretenciones, un Disney o Las Vegas de películas de guerra. Pero no lo es. Es real y está presente. Entiendo que debería tomar fotos, que es mi trabajo. Pero no me sienta bien. Quizás vuelva a sacar fotos mañana. Quizás no.

Termina el campamento y empieza el camino

Se acabó el campamento en Cerkno y me subí al bus con Tina y Klaus. Vamos de a poco tomando rumbo hacia Rumania. El plan es cruzar a Croacia y luego a Serbia y abrir la Galleria Nowhere (que contiene los trabajos del campamento) a lo largo del camino. Al llegar a Timisoara nos separaremos. Klaus y Tina se adentrarán en Rumania para luego empezar a enfilar nuevamente hacia Austria, al último campamento de los nómades. Yo en cambio, me adentro en un aeropuerto para el viaje a casa.

Como ya no estamos metidos en la mitad de un pueblo, esto de coleccionar historias se está volviendo mas complejo. El blog va a continuar. Ojalá hayan suficientes personajes a lo largo del camino. Mientras tanto, ocupo el tiempo en hacer collages chiquititos tamaño postal de todos los lugares donde vamos parando. Convenientemente, algunos se me van quedando en el camino. En cada lugar donde abramos la Galleria voy a ‘olvidar’ la imagen que corresponde a la Galleria anterior. Ojalá alguien los encuentre y guarde, o los pueden botar a la basura si quieren, y si quedan escondidos y nadie los ve, se los llevará la lluvia. Las imágenes que corresponden a paradas donde no abrimos la Galleria se van a ir sumando a la maleta con las memorias de los entrevistados.

Hasta el momento hemos parado en Metelkova (un squat de artistas en Ljubljana), la cima de una colina (a lo más Hogar de Pony) al lado del camino, y ahora estamos en una pradera donde el diablo perdió el poncho and mitad de algún bosque en Croacia. Los teléfonos no tienen señal, así que sin internet ni nada. Luego seguiremos camino a Novi Sad.

Ivan

El plan era salir de Ljubljana y encontrar un lugar piolita cerca de un río y descansar un par de días. Cerkno y Metelkova fueron increíbles, pero agotadores. En el día uno no encontramos un lugar (ergo colina de Pony). En el día dos la cosa no se veía mucho más prometedora. Esque esto de andar con un bus que además acarrea un camper requiere de un espacio más o menos generoso  porque entrar es una cosa, pero después lograr salir es otra. Lo que sí hay que recalcar es que de verdad lo intentamos, y Klaus se ganó mi respeto como el mejor chofer del universo de por vida. La cosa es que ya habíamos andado unas buenas horas y estaba claro que nuestro lugar idílico a la orilla del río no iba a aparecer. Así que finalmente encontramos un a pradera más o menos escondida en la mitad del bosque y armamos campamento.

A pesar de la ausencia de un cuerpo de agua significativo (mi reino para el que invente toallitas húmedas para el pelo, porque esa cochinada de shampoo seco no sirve de nada y me deja más empolvada que María Antonieta), la idea quedarnos acá un par de noches. Ya estamos a mitad de camino de Novi Sad, y el descanso es necesario. Así que arreglamos las cosas, preparamos unas Micheladas -ya son tradición al llegar a un lugar- y empezamos a preparar la comida. Como no podía fallar, un Jeep entra en nuestra pradera. Esto puede tener 2 resultados, o nos dejan quedarnos, o nos echan, pero calmado el loro que tenemos una estrategia: Sonría y salude como si fuese su casa. Así la gente va a creer que es tu casa y tienes todo el derecho del mundo de estar acá. La mejor parte es que de verdad funciona.

Yo estoy afuera cuando llega el auto, así que sonrío y saludo. El Jeep para y Ivan se baja. El también sonríe. Klaus sale y hace lo mismo, Tina le sigue igual. Ivan es un caballero de unos 50 y este es su campo. A lo menos eso le entendemos. Aparentemente, casi toda la tierra de por acá es suya. No habla una gota de Inglés, pero champurrea Alemán con mímica como rey, así que se entiende con Tina y Klaus. A mi me traducen. Nos presentamos: -Hola, soy Francisca-
-Uuuu, ¡Francisca!- y me mira de arriba abajo. Dejémoslo en que le caí bien. Quizas sea un lujo no tener idea de lo que conversaron el resto de la noche. En todo caso, esto es lo que logré entender.

Ivan solía ser camionero. Ha viajado por toda Europa y el bus le causó una buena impresión. No creo que todavía sea camionero. Parece tener hartas otras actividades, pero al menos tiene muchas historias de viaje. Nos dice que tenemos mucha suerte de estar en Croacia. Aquí nadie nos va a sacar de su propiedad privada. Los croatas son gente amorosa, no como los eslovenos (todo esto es lo que Ivan cuenta. Yo no tuve ninguna mala experiencia de los eslovenos). -En especial la policía croata. ¡Son unos amores!- Al parecer su uno infringe la ley acá, los policías son tus amigos, en cambio en Eslovenia simplemente te pasan un parte. No entiendo bien a qué va con esto. ¿Les da lo mismo si una anda a exceso de velocidad? ¿O quizás si una es amorosa no te pasan el parte? Si este es el caso, son los pacos más amistosos del planeta. No se porqué no le compro.

Nos pregunta cómo estuvo el camino, si acaso nos trató bien la policía eslovena.
-No nos pararon nunca- Le dice Klaus :-Nos mantenemos afuera de la autopista, así que a nadie le importa.
-¡Ah! ¡Claro que sin autopista! ¡Manga de ladrones!-por una vez estamos de acuerdo. Le ofrecemos una cerveza. Ivan la acepta pero se niega a tomar solo. A tina no la molesta, porque su bebida tiene toda la pinta de cerveza, pero Klaus y yo nos vemos forzados a compartir otra lata. Que ruda esta vida de viajeros… Pero I ivan no le gusta que compartamos, quiere que nos tomemos una cada uno. ¡Cómo le explicamos que no hay más en el refri! Al final Klaus le explica que tenemos que trabajar. Al menos yo.
- ¿Trabajar? ¿qué tipo de trabajo?
Klaus le explica el proyecto, que ellos itineran la galería y yo soy su residente viajera. Gracias al universo que Ivan se contenta con que yo sonría y asienta, porque de tener que explicarle todo el proyecto, me muero. En Alemán literalmente no tengo palabras.

Ahora nos está contando algo que tiene que ver con vinograd. Ahora, es importante entender que esto es más un juego que mímica que una conversación. Hasta a Tina y Klaus les cuesta entender. Vino… ¡Esa palabra la conozco! Nuevamente una de esas palabras internacionales, ¿pero vinograd? Gesticula con los brazos, como describiendo un espacio grande de tierra. ¿Será que está hablando de una viña? No, si estamos literalmente en la mitad del bosque. Claramente no va a aparecer una viña de la nada así de repente. Pero ¡chita que sería bonito! Además que vinoGRAD. Suena más a pueblo que a viñedo. Que decepción. Lo más probable es que nos esté diciendo que es d un pueblo cercano que se llama Vinograd. Mientras yo pondero las posibles variables de la mímica, Tina y Klaus ya se subieron a la micro. Ivan es dueño de una viña. Y efectivamente queda por acá cerca. Sería todo. ¡Llegamos al cielo! Siguen conversando un rato, y Ivan invita a Klaus a conocer la viña. No tenemos hambre aún, así que se van. Nos quedamos en el campamento con Tina, con la sensación de que esto da para rato.


Vuelven un par de horas más tarde, Klaus está en las nubes. Es un viñedo orgánico, y ya lleva 3 copas y nada de alergia. Traen con ellos una botella de Coka-Cola llena de vino y ¡Salud! (en realidad fue el equivalente en Serbocroata, pero no me acuerdo como era. Slivovitz, creo. O al menos algo así sonaba). El vino era casi jugo de uva. De hecho era casi Chicha, pero un poquitito menos dulce y más consistencia de vino. Le preguntamos por la casa arriba de un pilote al otro lado de la pradera. Es para cazar jabalíes. Genial. La gente viene a estos bosques a cazar jabalí

Simon, 38

Simon es la mitad de small but dangers. La otra mitad es Mateja. Lo cierto es que esta historia debería ser sobre los dos, y en el fondo lo es. Pero en realidad sólo entrevisté a Simon, no a Mateja, y me incomoda un poco subirla mucho al barco sin tener más información de trasfondo. Así que perdón Mateja, pero la falta de crédito nace solamente desde el respeto.

Para que entendamos bien de quienes estamos hablando, creo que es necesario explicar que Simon y Mateja son las principales razones por las cuales hicimos el campamento en Cerkno. Son artistas y conocieron a Klaus y Tina hace un par de años –o quizás el año pasado- y los ivitaron a hacer un campamento en Cerkno. Realmente espero que hayan tenido una buena idea de la chichita con que se estaban curando. Me tinca que si, pero una nunca sabe hasta donde…

Simon no es originario de Cerkno. Nació y creció en Skofja Loka, que queda en un valle al otro lado de los cerros de Cerkno. Por la forma en que Simon habla Skofja Loka, podría quedar al otro lado del planeta. Es una ciudad mucho más grande que Cerkno y él la describe como un museo viviente. En mi imaginación esto puede significar un montón de cosas. Casas pintorescas, palacios neoclásicos o algún tipo similar de arquitectura preservada o preservable, eternamente estancada en esa línea fina entre ruina y patrimonio. También puede ser una cualidad psico-social. Gente tan tradicional y empaquetada que parecen recién salidos de un diorama. Esta no es sólo una cualidad física, pero un síntoma visual de un estado psicológico. ¿Quién necesita cosas nuevas cuando ya tenemos tanto patrimonio tan bello que conservar? O simplemente ¿Quién necesita cosas nuevas cuando tenemos cerros de cosas viejas ya. Filo con lo nuevo. Nos quedamos con lo viejo hasta que se pudra y de ahí por fin podremos vivir en paz.

Me tinca que lo que quería decir Simon al describir a Skofja Loka como museo viviente es un poco de todas las anteriores. Según me cuenta, los cerros que separan Skofja Loca de Cerkno conforman una especie de frontera. En un lado de los cerros, los ríos fluyen hacia el Adriático. En el otro, hacia el Mar Negro. Esta no es sólo una frontera geográfica. Separa ideas, culturas locales e idiosincrasias. Parece raro. Tanta diferencia dentro de un país tan chiquitito. Además que no son chuta-ni-que-montañas. Son montañitas. Pero al mismo tiempo, nosotros tenemos el mismo ejemplo con Argentina. Si el río fluye de Este a Oeste, estás en Chile. Si fluye de Oeste a Este, estás en Argentina, y si crees que me equivoco, se te dio vuelta el mapa y estas perdido. Je je.

El punto es que con los argentinos tenemos una relación un poco amor/odio. Nos pelamos mutuamente, pero si llega algún tercero a hacerse bolsa al vecino, lo defendemos (por lo menos yo). Y es que a la larga da lo mismo de qué lado de la cordillera estemos. Un vecino es un vecino y la relación es más como dinámicas disfuncionales de hermanos que otra cosa.

Mientras caminamos al hospital partisano, Simon nos muestra un granero. Nos cuenta que cuando era adolescente, antes de irse a Ljubljana y conocer a Mateja, siempre iba a Cerkno. A los festivales y tocatas, o a veces simplemente a pasear. Como siempre se le hacía tarde, pasaba la noche en ese granero. El forraje era blandito, y calientito (la noche en Cerkno siempre es fría, da lo mismo que durante el día haga calor). Incluso servía en invierno. Pero ahí entre lluvia y nieve, no había como evitar el frío. Pero igual valía la pena. Simon siente una relación particular con el lugar.

Cuando se fue a estudiar a Ljubljana conoció a Mateja. Los dos estaban en la misma facultad. Simon me cuenta orgulloso que antes de ser pareja eran amigos. Que eso es lo que más importa. Mientras estaban en a universidad empezaron a trabajar bajo el mote de small but dangers (gracias a unos calzones estampados con el error gramatical), y han seguido usando el seudónimo desde ahí. Da lo mismo si son trabajos colaborativos o individuales, siempre los meten bajo el paraguas de small but dangers. Y esa para mi es su cualidad más representativa. Simon y Mateja no sólo son una pareja que además colabora y trabajan juntos. Son un equipo, y uno bien bacán por lo demás.

Cuando terminaron la u, volvieron a vivir a Cerkno, porque Mateja abrió un restaurante con su hermano. Y les iba bien, pero para ella fue un poco desastroso. Lo que pasa es que el hermano se encargaba de las cosas administrativas y la atención a los clientes y ella de la cocina. Trabajaron así por casi tres años, hasta que decidieron cerrar. Fue demasiado para ella. Es que ser tu propio jefe parece el sueño del pibe, pero lo cierto es que una puede pretender y programar trabajar 25 horas semanales para poder seguir con el trabajo de taller, pero otra cosa es con guitarra. A la larga si eres tu propio jefe, no hay nadie que vaya a hacer la pega por ti, o a cumplir si tu no lo haces. O una apechuga, o se hunde cual capitán con su barco. Para Mateja la presión de llevar una cocina sola para a veces 40 personas, con todo fresco y preparado a último minuto fue demasiada. Estaba trabajando más de 70 horas diarias y ¿para qué? Para tener independencia, pero de qué te sirve decidir tus propios horarios si de todas formas estás trabajando demasiadas horas? Lo intentaron durante tres años, pero Mateja finalmente se dio cuenta que nunca le iba a quedar tiempo para hacer su trabajo y decidieron cerrar el local.

Es una lástima, porque Mateja en realidad cocina bien. Nos preparó la comida los últimos tres días. Al principio porque estábamos armando la exposición y necesitábamos el tiempo para terminar las cosas, y luego porque ya teníamos empacados los fogones y cocinar para 7 (o más) personas en la cocina de la caravana sería un desastre. Ahora, para qué andar con cuentos. El primer día nos dimos cuenta que cocinaba rico y después nos convertimos en una manada de gatos de departamento guatones y pedigüeños. Y Mateja nos sobrealimentó como buena ama querendona.

Mateja y Simon también son la razón por la cual terminamos conectados con CMAK (el grupo juvenil alternativo –léase anarquista- que nos acogió). Mateja fue una de sus miembros fundadores hacen como 15 años. Cuando conoció a Simon, él también se integró al grupo. Es demasiado motivante ver a dos aún –por poco- treintañeros poniéndole tanto empeño para apoyar a CMAK y dejar que los chicos de su nueva generación encuentren un camino propio de cómo orientar al grupo. Están felices de haber pasado la antorcha y van a apoyar a CMAK en lo que el grupo decida hacer. Además, es sorprendente ver cómo se preocupan por seguir aportando en su comunidad, siendo que ya no son parte de una organización comunitaria. El mejor ejemplo: nosotros. Simon y Mateja querían traer un campamento a Cerkno. En el proceso, se tuvieron que asociar con CMAK y luego con la iglesia (¡cuidado que nos cae un rayo!) para lograrlo. Cuando les preguntamos con qué frecuencia producen eventos así, nos cuentan que tratan de traer un proyecto al menos una vez al año. ¡TODOS LOS AÑOS! Yo no sé que le meten al agua en este país. Es que está repleto de jóvenes que tienen la voluntad y están listos y dispuestos para trabajar en y por sus comunidades locales. No en una parada de vamos a construirle campamentos parche curita a los pobres. Todo lo contrario. Están trabajando constantemente en proyectos de largo aliento. Quizás menos radicales, quizás menos propagandísticos o “necesarios” pero con efectos muchísimo más empoderantes y permanentes. Me tengo que llevar unos cuantos de vuelta a Chilito a ver si aprendemos un par de cosas. Nos vendría bien empezar a ser capaces no solo de generar ideas, pero de proyectarlas, llevarlas a cabo y verlas hasta el final, independientemente de que la pista se ponga dificil.

Mientras más tiempo paso con ellos, más me doy cuenta de lo especiales que son. Es que realmente viven sus vidas como ciudadanos activos y activistas dentro de su comunidad local. O dicho en buen chileno, no andan cagando a medias tintas. Viven como creen que tienen que vivir, sin peros ni excusas. A muchos de nosotros nos encantaría ser así, pero lo cierto es que la comodidad nos gana. Creemos que no deberíamos andar en auto en Santiago, pero frecuentemente nos encontramos detrás del manubrio y con 4 asientos vacíos para más remate. O sabemos lo necesario que es reciclar, pero nos da lata ir al punto limpio y terminamos por dejarle todo al basurero. Creemos que es imperativo cambiar nuestro sistema político, pero no vamos a votar porque al final no cambia nada.  Creemos en la inclusión y las aulas compartidas, pero seguimos poniendo a nuestros hijos en colegios privados. Y suma y sigue… Este no es el caso de Simon y Mateja. Entienden que para poder vivir como creen que deben vivir hay que hacer concesiones. Y ellos están más que dispuestos a hacerlas. Además me llama la atención que su ambiente es muy parecido a Chile, sin mucha ayuda para vivir este tipo de vidas.


Ellos se toman unas vacaciones bien merecidas ahora, pero a la vuelta, en el otoño, quién sabe. Nadie sabe de dónde va a salir el próximo sueldo, ni la plata para el arriendo. El plan es conseguir un taller (ocupar espacios vacíos sigue siendo legal en Eslovenia), pero también necesitan encontrar una forma de generar lucas. Nuevamente esta situación me suene espeluznantemente familiar. A mi se me arregló un poco la vida en ese sentido al volver a Newcastle, pero cuando vuelva a Santiago en Julio me voy a tener que hacer cargo de las mismas cosas. Pero el punto es que a la larga, uno nunca sabe cómo va a llegar a fin de mes. Y no es una noción romántica del artista. Todo lo contrario. Nos encantaría tener unas cuantas gotitas de seguridad. Pero esa seguridad sale cara. El precio es dejar de hacer las cosas que más nos importan. Así que no. No se puede tirar la esponja. Small but dangers no están ni cerca de tirar la toalla en ningún futuro cercano. Ojalá todos tuviésemos ese coraje.

El hombre de los caballos

Ya no se bien qué día fue, pero no fue hace mucho. Quizás ayer o anteayer? Me desperté y como de costumbre partí al hotel a usar el baño. Estaba atravesando el café que está a la entrada del hotel con mi pelo sucio y revuelto, aliento mañanero y ojos de zombie cuando unos caballeros sentados en una mesa me empiezan a hacer señas desde una de las mesas. Está bien. La gente acá es amorosa y educada. Cada persona con la que una se cruza en la calle te dice buenos días, pero de ahí a hacerle señas a una desconocida hay un paso bien grande. Me doy vuelta para ver si no hay alguien atrás mío a quien le estén haciendo señas. No. ¿Yo estoy efectivamente, cien por ciento despierta? Si. No hay donde huir, me están llamando a mi. Me acerco un poco a uno de ellos y me dice: -¡Hola! Ven a tomarte un café con nosotros!- Es demasiado temprano como para que mi cerebro procese bien. Demasiado pipí en mi vejiga: -Buenos días- respondo:- Voy al baño y me siento con ustedes.-

Bajo al baño, hago pipí, me lavo los dientes, me peino, me tomo mi tiempo. Cuando vuelvo a subir veo que uno de los hombres sigue ahí, pero ahora está solo y habla por teléfono. Asumo que está ocupado, así que lo saludo de lejos, pero caminando de vuelta al campamento. Nunca tan barsa de pesar de largo mirando al piso. Mi mamá me enseñó desde chiquitita que lo cortés no quita lo valiente. Pero él me vuelve a hacer señas para que me siente con él, así que voy y me siento con él. De alguna forma misteriosa (yo sigo medio dormida) logra mantener una conversación por teléfono, saludarme, preguntarme qué café quiero, y pedir mi café. Multitasking a las 9 AM. ¡Bien por él! Yo a penas y logro evitar chocar con las puertas antes de mi primer café. Hoy, de hecho, no lo logré. Y eso que las puertas del hotel son mecánicas…

Cuando finalmente cuelga el teléfono, me pregunta qué hacía ayer sacando fotos del pueblo. Así nomás, sin preámbulos. Le explico que soy parte del grupo de artistas que tiene un campamento detrás de la iglesia, y que ayer me tomé una hora en la mañana para sacar fotos del pueblo, porque si no me iba a ir de acá sin tener ni media foto. Mi respuesta lo convence. Luego me dice que se dejó caer por el campamento hace un rato, pero estábamos todos durmiendo: -¡Ustedes los artistas! Despiertos tomando hasta la madrugada y después duermen durante toda la mañana.- Nótese que esta conversación ocurrió a las 9 de la mañana. A quién se le ocurre dejarse caer así como así en la casa de un extraño antes de las 9! Entiendo si hay un acuerdo desde antes, pero dejarse caer, así nomás. ¿No será mucho? Le explico que estamos haciendo trabajos que funcionan de noche, y por lo tanto tenemos que trabajar de noche. Y es verdad. Eso no es el caso de todos, pero no me voy a meter a pelear con un tipo que no conozco, sobre todo cuando tiene esa visión mal enfocada pseudo-bohemia-hippie de artistas que no se duchan y hacen nada más que fumar hierba y mirarse el ombligo. Que piense lo que quiera. Se sorprendería en saber que desde que nos levantamos (tipo 8) hasta que nos acostamos (tipo 12), no hacemos más que trabajar, cocinar y comer. La distribución entre estas tareas es más o menos pareja, eso si, no hay porqué dejar de disfrutar de la vida, después de todo. Además que a quién engañamos. Nadie de nuestra edad se levanta antes de las 8 a menos que tenga algo específico que hacer. Y aún en ese caso, lo trata de posponer lo más posible. Es solo la gente de más edad la que se levanta temprano y después andan aburridos por la vida tratando a todos los demás de flojos. Mi respuesta sería búsquese un pasatiempo y así va a pasar menos tiempo copuchando.

Bueno, la cosa es que me pregunta qué hago y le cuento sobre el proyecto. Hasta tengo la deferencia de pedirle permiso para escribir sobre nuestra conversación. Me dice que no. No le gusta que publiquen cosas suyas en Facebook ni twitter ni ninguna de las otras chorromil redes sociales que andan flotando en el pozo sin fondo de la internerd. Bueno, esa es su mirada de las cosas, hay que aceptarla. De hecho, normalmente yo soy más o menos de su equipo, pero lo cierto es que el gran hermano es tan grande que últimamente creo que andar por la vida con un GPS rojo con brillantina y una sirena es la única forma de subvertirlo. Yo le pregunto que qué hace aquí. Me cuenta que viene a tomarse un café al hotel casi todas las mañanas. Está parcialmente jubilado ahora. Saca un tablet y me muestra una foto de su trabajo: Dos caballos de Fiordo. Los está entrenando: -He trabajado con caballos por más de 50 años.- Me cuenta: -Solía trabajar para esta granja- apunta a su camisa,:- pero ya no.-

Me pregunta si yo también soy austriaca: -No,- le digo –Soy Chilena.
-¡Chilena! ¡No! Yo tenía el mejor Paso Peruano. Lo tuve que ir a comprar directamente a Perú. ¿Tu conoces los Pasos Peruanos?- Asiento, incapaz de que emitir sonido porque él sigue hablando envuelto en un entusiasmo arrebatado: -Esa caminata linda que tienen. ¿Cómo se llama?- Yo para mis adentros pienso que mi único conocimiento de caballos es el show de las Amazonas Peruanas en la fonda del Nacional. Él sigue: -Tiene un nombre específico. ¿Trote? No, no es un trote propiamente tal. Tampoco es una caminata. ¡Tiene un nombre y no me puedo acordar!- Mi cerebro se acuerda perfectamente de cómo las amazonas manejaban el caballo sin riendas con sus rodillas, mas encima en vestidos y a pata pelada.

-El tic-tic-tic-tic- me dice haciendo la mímica del trote corto/saltillo del caballo. –¡Que caballos más lindos! ¡Que carácter! ¡Tienen tanto garbo! La gente en Lipica no lo entendía. Lo miraban y decían: -¿Qué está haciendo este caballo raro? ¿Porqué tiene esa caminata rara? Me preguntaban porqué gastaba mi tiempo y plata en él. Tan grande, y con patitas tan angostas… era un caballo notable!- Cuando le pregunto que qué le pasó al caballo, me cuenta que se rompió una pata así que lo sacrificaron. Así nomás: -Si, es que eso le pasa a los caballos.- Listo, sería todo. Me impresiona un poco su respuesta. Es que no se trata de un caballo de carreras, y aunque fuese una quebradura horrible, de seguro se podría operar o algo para que viviera tranquilo el resto de sus días. Me cuesta un poco manejar estas situaciones y entender estas cosas. Yo se que para los criadores los caballos son un negocio, y si el caballo ya no puede saltar o correr más, significa un gasto. Pero matar a un animal cuando dejó de ser útil no solo me parece frio. También creo que es objetualizar al animal. Privarlo de toda capacidad afectiva, tanto propia como con las personas y eso no lo entiendo. No entiendo ver a un animal solo como un bien. Sobre todo no lo entiendo de parte de la persona que pasa la mayor parte de su tiempo con él. Además, no andamos por la vida matando personas porque ya no pueden trabajar. No entiendo porqué es aceptable matar a un caballo pero no a un jubilado.

Pero no digo nada. No vale la pena comenzar una discusión cuando mi argumento en el fondo es un prejuicio desinformado, porque la verdad es que yo no se absolutamente nada de caballos, ni de cómo se los cría. Por todo lo que se, la pata del pobre Paso Peruano no tenía arreglo y se hubiese pasado toda la vida con dolor, y eso tampoco es justo.

De repente me doy cuenta que llevo como media hora hablando con este caballero y todavía no se su nombre :-Por si acaso, me llamo Francisca- le digo: -Un gusto!-
-Uy, perdón! Yo soy Milan, un gusto.- Así que Milan y yo, ahora que nos conocemos, seguimos conversando. Es raro como una puede establecer esa familiaridad con gente sin saber los nombres ni conocer las caras. Todo eso da lo mismo si las personas están abiertas a sentarse y escucharse en vez de tratar de formarse un juicio de la otra. A veces una puede conversar horas con alguien que no conoce, y otras puede conocer a alguien por años y a los 3 minutos de conversación ya inventa un viaje al baño. No entiendo cual es el punto de que te anden presentando gente. ¿Dónde está esa barrera invisible que no te permite ir a conversarle a alguien? Además, yo soy un desastre con los nombres y las caras, pero si tengo una buena llegada contigo, podemos conversar por horas. De lo contrario, voy a estar rápidamente corriendo al baño más cercano. Esa es mi vara. Si en 3 minutos ya quiero huir, me da igual si estoy conversando con un desconocido, mi tía o Johnny Depp. De una al baño.

Perdón, volviendo a Milan. Le pregunto qué hace con los caballos. Milan es entrenador, pero ha trabajado en distintas áreas de las granjas de caballos por más de 50 años. También solía practicar salto con los caballos, más como hobby que otra cosa. Hasta hacen 3 años, cuando le tocó un salto con una vara demasiado alta. El caballo se asustó, lo botó y lo atropelló. Se le salió un ojo y perdió parte de la audición en el oído derecho. No lo admite, pero de verdad quedó con miedo a los caballos después del accidente. Se mantuvo distante de los caballos desde ahí. Por la pinta de esos caballo de Fiordo –que parecen ponies- me pregunto si ha hecho equinoterapia alguna vez. No le tengo que preguntar. El hilo de la conversación nos lleva al tema. Milan, además de entrenador, es terapeuta. Estudió en Suecia y tiene su licencia para ejercer en Eslovenia. Me cuenta que por todo lo gratificante, también es una pega muy dura. Después de su accidente ya se le hiso todo demasiado cuesta arriba. Por como me cuenta las cosas, me doy cuenta que la recuperación ha sido muy dura, pero lo que más le ha costado es sobreponerse al trauma con los caballos. Por un lado los ama demasiado, y por el otro en un principio no se podía ni acercar a ellos. Su primer acercamiento post-accidente fue criarlos, pero la equinoterapia es demasiado demandante.

Me cuenta que mientras estudiaba le tocó trabajar con una chica que sufría de parálisis cerebral. No se podía mover, ni hablar. Apenas podía emitir sonidos. Necesitaron a 3 asistentes para subirla y equilibrarla en el caballo. Empezaron a andar. Más o menos a los 3 minutos, la chica comenzó a reír. Milan la describe como la risa mas seca, fuerte y macabra que ha escuchado: -Era horrible y aterradora- me cuenta.
–Bueno, pero usted sabía que ella estaba paralizada, ¿cierto? Las personas en esa condición ni siquiera tienen el control de las cuerdas vocales. Es una cosa impresionante que ella pudiese lograr emitir cualquier sonido.- Le digo yo.
-Si, si, claro que lo entiendo, pero ese sonido es impactante. Sigue siendo la cosa más aterradora que he oído. Nunca lo voy a olvidar. Le pregunto si compró los caballos de Fiordo para re-integrarse a la equinoterapia. Me dice que son justamente para eso (¡Ja! ¡Seca yo! Debería ser detective.) Todavía le da un poco de nervio, pero ya habló con la directora del colegio y está todo moviéndose a pesar del miedo. Quizás sea la única forma de sobrellevarlo.


Milan es un tipo bastante duro. No lo juzgo. Se que suena que lo hago, pero lo cierto es que no. Empatizo con él y entiendo que su mundo está a años luz del mío. Yo no se nada de la vida de campo ni de los caballos. No se nada de cómo se les ha criado a los hombres eslovenos de su generación (no puede haber  sido una infancia fácil), ni el tipo de ayuda que se les entrega para sobrellevar traumas, ni como se educa sobre discapacidades. Todo lo que realmente se de él lo se por conversar con Milan, y eso es que es un hombre generoso, que adora a sus caballos y tiene un buen corazón. Para mi eso es todo lo que cuenta. Me paro para partir porque Heidi me está esperando para la clase de Yoga matutina. Milan me dice que tengo permiso para escribir lo que quiera.

Lunes

Tomi, 44

El viernes estaba buscando a gente para entrevistar. Es difícil llegar, presentarse y pedir una entrevista. Es que es artificial tratar de que la gente te cuente cosas personales así de buenas a primeras. Se siente un poco invasivo. Quizás ese sea mi problema. Siento que estoy constantemente cruzando la raya. Bueno, que sea lo que sea. La cosa es que me propuse hacer este proyecto, y mientras esté en esta, le voy a dar nomás. Creo que ya dije que el jueves no fue mi día más exitoso. Bueno, resulta que en algún minuto me fui a meter al mismo pub done encontré a Ludwig. Entré para tratar de meterle conversa al barista -si me funcionó para aprender italiano, no me tiene porqué no funcionar ahora. Pero no hablaba ni gota de inglés -insertar emoticón de decepción-, así que pedí un café, porque café es una de esas palabras que son casi igual en todos lados. Igual que Vodka. No conozco ningún país que le de otro nombre al Vodka. Ni que haga copete a partir de papas… Bueno, la cosa es que en alguna parte de este intercambio nos dimos cuenta de que los dos hablamos italiano. Bellissimo!

Bueno, en realidad, yo entiendo italiano. Y sí lo hablo, pero a veces, en especial cuando no lo he practicado en un tiempo, me salen unas palabras medio curiosas. Ahora, seamos francos, a Tomi le pasa lo mismo. Por lo menos los dos lo admitimos. Así, por medio de nuestro italiano de juguete, me cuenta que está muy ocupado y cansado este fin de semana y que vuelva el lunes para entrevistarlo en italiano. Bueno, nuestro italiano.

Cuando llego al bar el lunes en la mañana –digámosle mañana, pero considerando los desayunos de tres platos que nos estamos pegando, era más como el medio día- había una niña detrás de la barra. No vi a Tomi por ninguna parte. Me doy vuelta y veo a Boris, el marido de Benedicte leyendo el diaro. Me siento a tomar un café con él mientras espero. Cuando Tomi entra, no está muy entusiasmado de verme. Creo que esta cosa de que lo entreviste lo incomoda un poco, sobre todo porque no tine idea de lo que vamos a hablar. A decir lo cierto, a mi me pasa lo mismo. El lado positivo de todo esto, es que al parecer, los dos mágicamente recuperamos nuestro italiano durante el fin de semana, porque al menos la conversación fluye sin mayores disparates. Me hace pasar a su oficina. Es igual a cualquier oficina de bar. Repleta desde el suelo al techo con vasos, inventario, listas de precios, javas vacías etc. Tomi está sentado en un computador en la esquina, con una lista de precios de cerveza en frente. Claramente lo estoy interrumpiendo mientras hace el pedido de la semana. Mejor hago corta la entrevista, porque si lo hago olvidarse de hacer el pedido, la tierna y amorosa gente de Cerkno se va a quedar sin cerveza esta semana por culpa mía. Esa no es forma de hacer amigos.

Empiezo a hacer preguntas. Resulta que Tomi es el Jefe. Este es su bar, bueno, no el edificio, pero sí el negocio. Bastante gente me ha dicho que es el mejor bar de Cerkno. Quizás sea porque es de esos lugares amistosos donde una siempre se siente en casa. Toni partió con el bar hacen 12.5 años. Me cuenta todo su currículum de bares que se desarrolla a lo largo de los últimos 25 años. ¡Ya, si entendí! Te encanta trabajar en bares, haces tu pega bien y te enorgullece. Me quedó claro. ¡Pero no me interesa el detalle! En resumen, Toni salió del colegio al servicio militar, trabajó un par de años en unos flipers y de ahí que trabaja en bares. Está muy orgulloso de lo que ha logrado. Y en verdad debería estarlo. Tiene un negocio exitoso, sus clientes lo quieren, y más importante aún, sus empleados también. Es lindo saber que jefes así existen… Ojalá el resto de los jefes del mundo se enteraran… y aprendieran. Quizás algún día…

A pesar de lo mucho que le gusta su trabajo, es bastante cansador. Desde que abre el bar (como también es un café, funciona desde temprano en la mañana), no para. Da lo mismo  si está atendiendo o administrando, siempre hay algo que hacer. Inventariar, limpiar, hacer pedidos, atender clientes, chilenas metetes con las que lidiar, en fin… nunca falta. Me cuenta que hacen 6 años, fue con su esposa de vacaciones a Tailandia. El verano de ese año había sido muy ocupado en el bar. Estuvo lleno de caminantes y turistas de montaña. Para el final del verano, la temporada le estaba pasando la cuenta a Tomi. Había estado en el bar todos los días desde abril, y para agosto ya no daba más.

Por otro lado, su señora estaba tratando de planear unas vacaciones hace siglos. Se habían tomado vacaciones más o menos a los tres años de abrir el bar. Después trataron de tomarse una semana todos los veranos, pero los últimos dos años habían sido demasiado ajetreados y no habían logrado salir. La esposa de Tomi estaba cada vez más frustrada por esta situación. Una mañana, antes de abrir, decidió sacar el tema a colación una vez más.–Oh, no, no- Dijo Tomi. Este año no. Sólo quedan unas pocas semanas para que abra el centro de ski por el invierno. Ya es demasiado tarde para planear una vacación antes de eso: -El próximo año si que si- le dijo.

Claramente, la señora no estaba contenta. Había escuchado la misma cantinela el año anterior, y asumió que si no hacía nada, el año siguiente todo seguiría igual. ¿Demasiado tarde para planear una escapadita? ¡Seguro que no! Pensó ella. Se pasó el día entero pegada al computador, y se aprovechó cien por ciento de la tarjeta de la cuenta compartida. Tomi cerró tarde esa noche y ella ya estaba durmiendo cuando volvió. A la mañana siguiente, su señora se había levantado temprano para prepararle desayuno. Café negro y omelette en pancito fresco de la panadería. Tomi inmediatamente se dio cuenta que algo andaba mal.

Se sentaron a comer. A ella se le torcía un poco la boca, casi formando una sonrisa. Tomi no quería ni saber qué había pasado, así que comieron en silencio. A penas terminaron de desayunar, su señora se empezó a llevar los platos a la cocina, y Tomi pensó :-¡Esta es la mía!- Tan pronto como su señora desapareció dentro de la cocina Tomi saltó de la mesa, agarró su chaqueta, y para cuando ella salió de la cocina, él ya se había ido. Con un suspiro de alivio, Tomi se subió el cierre de la chaqueta, metió las manos en sus bolsillos y emprendió camino al bar. El tiempo ya se estaba poniendo helado. No había alcanzado a andar mucho cuando se dio cuenta que había un papel en su bolsillo.


Al mirar el papel, sintió como una piedra empujaba su estómago hacia el centro de la tierra. Era un itinerario, para todo un mes, en Tailandia. Lo peor de todo, ¡era en Enero! Casi se desmaya. A penas llegó al café, se hundió en su silla y empezó a pensar en cómo se las iba a arreglar para desaparecerse de la pega en el mes más difícil. Al llegar a comer a su casa, su señora no dijo nada del viaje, ni él tampoco. Pasaron semanas, meses. Llegó Enero. Una mañana del 5 de enero, su suegra lo llevó a él y su señora al aeropuerto de Ljubljana. Desde ahí que se han tomado vacaciones todos los eneros.


Sábado

Ludwig (no se que edad tiene)

Si bien este post dice sábado, podría perfectamente decir Martes. Lo cierto es que Ludwig es la primera persona con la que hablé en Cerkno. En realidad, él me habló a mi. Por alguna misteriosa razón, el bus me dejó frente al pub en vez de en la parada de buses. Al salir de Ljubljana le alcancé a mandar un mail a Klaus avisando que iba camino a Cerkno. El problema es que a penas pude mandar el mail, mi teléfono se desconectó del hot-spot mágico del que me había colgado, así que no alcancé a recibir la respuesta. Entonces, no tenía teléfono, ni internet, ni idea de dónde ir una vez que me bajara del bus. El conductor tuvo la amabilidad de ayudarme a bajar mi mochila (que por lo demás se iba desmembrando cada vez que la levantaba)  y partió. Y ahí me quedé yo. Varada frente al pub, sin ninguna pista de donde ir. Sólo con un número de teléfono, pero sin teléfono. Nada. Y no de coñete. ¡Ni siquiera tenía roaming para mandar un mensaje de texto! En la esquina superior izquierda de mi teléfono sólo decía sin conexión. Supongo que eso es lo que sucede cuando una se las da de activista contra las transnacionales de telecomunicación (si Virgin, Telefónica/O2 y Vodaphone, les hablo a ustedes) y elige una compañía de teléfono dirigida por un enano espinilludo desde el closet de su casa. Pero nuevamente me fui por la tangente. La cosa es que no alcancé a estar ahí tirada por más de 15 segundos –igual se me hicieron largos, pero por suerte mi cerebro estaba demasiado cansado como para entrar en pánico- cuando escuché un: -¿Y tu de dónde saliste?- Viniendo del pub. Ese era Ludwig. Estaba sentado en una mesa en la vereda del pub, tomándose una cerveza heladita (el martes hacía sol y calor) y mirándome con esa cara de pregunta, sorpresa y curiosidad que ponen los europeos la primera vez que ven un equeco.

No tengo palabras para explicar la gratitud que sentí en ese momento al escuchar que alguien se dirigía a mi en inglés. Había preparado toda una lista de palabras claves en esloveno: Porfavor, gracias, hola, baño, cerveza, las básicas. Pero habían tenido poco éxito en Ljubljana. Es que en realidad la pronunciación en Esloveno es más compleja de lo que wikitranslate te hace creer, así que no le tenía mucha fé a mis habilidades lingüísticas para encontrar el campamento. Ludwig me preguntó qué trekking había venido a hacer, y yo le respondí que con todo ese equipaje, no caminaba ni a la esquina. Yo creo que mi sentido del humor un poco seco, mezclado con un tono de desesperación, lo terminaron por conquistar. Me preguntó para dónde iba, y le dije que no sabía, pero si quería me podía ayudar a averiguarlo. Y lo hizo. Más o menos. No quería llamar al número que yo tenía sin saber de quien era. Yo pensaba que era el de Mateja (de CMAK), pero Ludwig encontraba inconcebible que hubiese alguien en el pueblo que el no conocía y no quería llamar. Así que le dije que no se preocupara, que yo iba a ir a buscar un teléfono público y llamar de ahí. –Bueno, al menos deja la mochila grande acá, yo te la cuido!- Me dijo Ludwig. Y nuevamente me delató mi cara. Es que ¿qué se cree? Yo crecí en America latina, no soy tan idiota como para andar dejando mi mochila tirada en el primer pueblo chico que encuentro!!Qué tan idiota cree este viejo que yo soy! Se tomó mi desconfianza de manera personal, me tiró una talla (yo sigo sin explicarme cómo se ofendió por algo tan obvio) y finalmente me dijo que no me preocupara y llamó él. Después de hablar con alguien por 30 segundos me dijo: -Listo, vienen en camino a buscarte.

Cuando Klaus llegó, Ludwig siguió metiéndonos conversa a los dos. Nos contó que uno de sus hijos hace una pega creativa en Ljubljana y que probablemente le encanaría conocernos. Nos ofreció su ayuda para lo que necesitemos. Yo le dije que estaba planeando en entrevistar a personas del pueblo, y sería genial si se diera una vuelta por el campamento para una entrevista. Me dijo que tenía que ir a Ljubljana por un par de días, pero que a la vuelta seguro. A mi me sonó como esas cosas que una dice de puro compromiso. Por suerte, estaba equivocada.

Ludwig volvió el jueves. Como diluviaba, estábamos todos adentro del remolque tomando desayuno. Nos dijo que no se podía quedar por mucho rato, pero que había venido a ver cómo estaba yo. Supongo que porque él me encontró, de alguna manea bastante extraña se siente responsable por mi. Le pedí una entrevista. Me dijo que si, pero que iba apurado, y que iba a pasar otro día. Esta vez si le creí.

Volvió a venir el sábado. Esta vez nos estábamos sentando a comer. Le ofrecimos un plato, pero de tanto dárselas de educado, prácticamente le tuve que embutir mi sopa de porotos con pilco. Conversó con todos nosotros, y estaba a punto de partir cuando le paré los carros y le pedí mi entrevista. Me dijo que no ahora, que volvía otro día. Pero esta vez me bajé del columpio solita y se las canté claritas: De aquí no se mueve si no me cuenta algo. Así que lo hice sentarse de vuelta y empecé con la interrogación.

Como dije antes, en realidad no estoy segura de cuantos años tiene Ludwig. Naió en Ljubljana, pero se mudó a Cerkno hace más o menos 40 años para trabajar en l fabrica. Creo que solía trabajar en algún tipo de departamento de adquisiciones. No creo que haya habido un departamento así en esa época. Lo que habían eran 2 gerentes. Uno, que tenía una pega de verdad, y que se encargaba de que siempre hubiesen materias primas para los calefactores (ese era Ludwig), y el segundo que se encargaba de comprar todo, desde corchetes, lápices bic, y plantas para las oficinas, hasta confort y desodorante ambiental para el baño del jefe. Lo cierto es que el gerente número 2 no estaba muy contento con su rol, y en vez se dedicó a hacer carrera en el perfeccionamiento de su rutina diaria: Hacer la taza perfecta de café, leer el diario sin alterar sus pliegues originales, y hundir la galleta en el café el tiempo exacto, cosa que se humedezca, pero no se desarme ni se desintegre dentro de la taza. El gerente número 2 también era un experto en lograr que su secretaria hiciera todo su trabajo real. Y así, Ludwig presenció esta rutina por 25 años, hasta que su colega jubiló y se fue a vivir a España.

Cuando su señora tenía 40, le diagnosticaron cáncer de mama. Está claro que Ludwig adora a su esposa. Habla de ella con admiración. Me cuenta que se llevaron un susto enorme en esa época, pero ella estaba absolutamente decidida a no dejar que el cáncer le ganara.  Se empezó a cuidar mejor, a trabajar un poquito menos, y disfrutar de la vida un poco más. Ya han pasado 20 años desde que la declararon e alta, pero sus vidas cambiaron para siempre. El cuidarse más inevitablemente influyó en que toda la familia tuviese mejores hábitos y se cuidaran mejor. Los huertos caseros siempre han sido una parte no menor de la vida doméstica eslovena, pero en el caso del huerto de Ludwig, este no está lleno de verduras y unos cuantos frutales. También incluye una variedad ridícula de plantas y hierbas medicinales. Básicamente, si crece al este de Francia, crece en el jardín de Ludwig. Y la colección sigue creciendo. De hecho, la única razón por la que está tan aburrido que pasa todo este tiempo con nosotros es que su señora está en un viaje a la costa, recolectando hierbas para hacer cremas para la cara.

Ludwig y su señora criaron a sus 2 hijos en Cerkno. Ahora los dos viven en Ljubljana. Uno de ellos tiene un hijo y trabaja en una pega fome (palabras de Ludwig, no mías). El otro es el que hace algo medio artístico (palabras suyas también). Para poder pasar más tiempo con ellos, y sobre todo con su nieto, Ludwig y su esposa viven mitad del tiempo acá y la otra mitad del tiempo en Ljubljana. Cuando le pregunto qué hace para entretenerse ahora que está jubilado, me cuenta que ély su señora juegan, golf, se dedican al huerto y a aprovechar al nieto. Yo le digo que es suertudo. Suerte que su mujer es una sobreviviente, que tiene una buena relación con sus hijos y un nieto que lo adora. Él se sonríe. Me encuentra toda la razón.

Se me está escapando nuevamente. Yo corro a buscar la muñeca de Benedicte. Me dice que va al festival de Jazz esta noche y si la puedo guardar yo. Que él la pasa a a buscar durante la semana. Esta vez no se si le creo.



Viernes

Hoy tengo un plan. Claramente mi primer acercamiento de :-Hola, me llamo Francisca, me quiere contar un cuento?- no estaba funcionando, así que motivada por lo amoroso que fue Drago (y por la necesidad de traspasar su queso antes de que nos venciera la tentación de comerlo con el pancito casero de Monique) diseñé una nueva estrategia y partí nuevamente. Esta vez me llevé un par de cuadrados de gelatinas. Desde el principio, la idea ha sido regalarle a las personas que me ayudan unas grullas de origami , así que decidí ponerme a doblarlas en un café, a ver si atraía la atención de alguien. Y lo logré… más o menos. En verdad no estaba funcionando mucho, así que le empecé a meter conversa a la chica que servía. Esto es lo que logré.

Romana, 27

Romana tiene 27 y trabaja en un café en Cerkno. Es tímida, pero trata bien a los clientes (sobre todo a los que conoce), y claramente piensa que yo soy una psicótica que se escapó con el circo y me dejaron abandonada por loca. En fin. Me senté en la barra a hacerle preguntas, tomar café, doblar grullas y tratar de tomar notas. Todo a la vez.

Como ella está trabajando. Por muy insistente que sea, estoy tratando de no hinchar mucho. Le hago un par de preguntas y me cuenta un poco de ella. A veces un poco basta. Resulta que Romana tampoco es de Cerkno. Vive en un pueblito vecino. Hace unos años de fue a vivir a Ljubljana (para los ignorantes como yo, Ljubljana es la capital de Eslovenia) para estudiar Ciencias Políticas. No me deja de sorprender lo políticos que son los jóvenes acá. Sobre todo los chicos de C.M.A.K un centro de jóvenes (grupos de jóvenes que se formaron en los 90. Sólo quedan unos pocos independientes de los grupos políticos, y este es uno de esos) anarquistas. Ellos son los que nos invitaron a venir a hacer la residencia acá. Para los que se siguen informando por la tele, el Mercurio y Emol, los grupos anarquistas no se pasan la vida poniendo bombas. Son movimientos sociales válidos y útiles y deberíamos aprender de ellos. En el caso de C.M.A.K. son un grupo de jóvenes que llevan 20 años trabajando y generando instancias para el desarrollo y cohesión del pueblo. Volviendo a Romana. Para variar ayuda a derribar mis prejuicios. Siempre tuve la impresión que la gente que vive en sectores rurales tiende a ser un poco más cerrada de mente que quienes vivimos en ciudades. Eso no podría ser menos cierto acá. Estos jóvenes han vuelto a sus pueblos luego de la universidad porque la vida en Ljubljana es demasiado cara, o simplemente no encuentran trabajo.

Ese es el caso de Romana. Luego de terminar la universidad no pudo encontrar trabajo en su área, así que se fue a vivir con su pololo en un pueblo cercano al suyo. Encontró trabajo en un café en otro pueblo vecino y espera. Espera a que aparezca algo mejor, algo en su área. ¿Pero cuales son las probabilidades? ¿Va a estar en la misma posición que alguien que vive permanentemente en Ljubljana? Todo esto me suena familiar. Un poco demasiado familiar. Es impresionante como partí desde un rincón del mundo, pasé por el Reino Unido y me vine a meter a un bolsillo en el borde de Europa y las situaciones son las mismas. Excepto que no lo son. Estos chicos no están sentados en la casa pensando que pasó otro año y todo sigue igual, o desesperándose porque no logran generar cambios. Todo lo contratio. Son actores son actores sociales activos. Participan de organizaciones comunitarias, desde abajo, y trabajan activamente dentro de sus comunidades locales, constantemente trabajando para mejorarlas. Mientras tanto, se educan no solo con libros, también con experiencias para estar listos a la primera oportunidad. Mientras tanto esperan, pero activamente, creando comunidades tolerantes, unidas y educadas, al menos hasta que a sus organizaciones de les corte el poco financiamiento estatal que les va quedando.

El café se está llenando. La gente que espera el festival de Jazz hace que sea difícil seguir conversando con Romana y ella se incomoda un poco. Por suerte, un caballero que está sentado al lado mío la rescata y me mete conversa. Su nombre es Dúsan.

Dúsan, 48

Dúsan también me mira como si viniera saliendo de un meteorito. Debe ser mi comportamiento, porque según yo, no podría estar vestida más normal. Ha estado sentado en la barra todo el tiempo que he estado interrogando a la pobre Romana. Estaba un poco cabizbajo, pero atento escuchando toda la conversación. A penas se da cuenta que mi conversación con Romana termina, me mira y me pregunta qué doblo. Le digo que es una grulla, pero que como de costumbre se me olvidó el siguiente paso. Saco el post-it con trampa que me regaló Tina y se ríe de mi. Me pregunta :-¿De verdad haz hecho origami antes? porque el origami se hace con papel, no con plástico! Mira, déjame mostrarte. Yo se hacer un diablo de origami!- Le pide un pedazo de papel a Romana y nos ponemos a conversar mientras doblamos.

Dúsan es originario de Cerkno. Ha vivido aquí toda su vida. Le pregunto en qué trabaja y me dice que en nada. Se ve demasiado joven para estar jubilado. Me delata mi cara de sorpresa -tengo que aprender a controlar mis caras- y Dúsan me explica que es instructor de ski. Mucha gente acá trabaja sólo en la temporada de invierno y él es uno de ellos. Cree que me hiso tonta con lo de no tener trabajo y se ríe. Después de dice que le pregunte a qué se dedica en el centro de ski. Le pregunto: -Soy instructor de ski- me dice con una sonrisa grande y orgullosa.

Cuando le pido que me cuente una historia, ya la tiene preparada. Me dice: -Pregúntame cómo aprendí a esquiar.- Así que le dije que me contara. Esta es la historia: El cumpleaños de Dúsan cae justo para el 25 de Diciembre. Cualquier persona cuerda sabe que eso es una estafa. Mientras que todo el resto del planeta puede celebrar y tener regalos 2 veces al año, cualquier niño que nace para Navidad tiene clarísimo que tiene una suerte increíble si para su cumpleaños, aparte del regalo de navidad le llega una tarjeta que diga feliz cumpleaños y un loly. D
 Dúsan logró incorporar esto con rapidez la necesidad de ordeñarle absolutamente toda la leche a la vaca de los regalos, y a sus tiernos 3 años le pidió a su mamá que le ayudara a escribirle una carta al Viejito Pascuero. En la carta, le pidió a su mamá que estableciera claramente que él sólo quería un regalo de cumplenavidad: Un equipo de ski.


Había sido un otoño particularmente nevado y Dúsan llevaba más de un mes viendo a los demás niños esquiando y andando en trineos y tirándose en potocross cerro abajo con bolsas de basura (si, aparentemente el potocross en bolsa es un deporte internacional). Como solo tenía 3 años, a pesar de especificar que sólo quería un regalo, no fue capaz de enumerar los componentes exactos  a los que se refería al pedir un equipo de ski. Era lógico que el Viejito Pascuero, siendo del Polo Norte y todo, iba a entender de estas cosas. Resultó ser que Don Pascuero se fía bastante de la grasa de su panza para mantenerse calientito, porque no creyó necesario incluir ropa en el equipo. Un pequeño descuido de parte del pascuero no iba a detener a Dúsan. Con todo el entusiasmo, no se le ocurrió ni vestirse, y en su pijama de invierno salió y se lanzó loma abajo. Cuando termina su historia, esa mirada aletargada que tenía al principio ha sido 100% cambiada por una sonrisa gigante y ojos brillantes. –Soy un instructor, enseño a la gente a esquiar aquí en Cerkno, pero estoy calificado para trabajar en cualquier parte . En Cerkno, los Alpes o incluso en Chile, pero lo cierto es que aprendí a esquiar en pijama y ni siquiera me dio frío.

Una foto de Romana y Dúsan

Benedicte y las niñas

Benedicte vino el Jueves en la Tarde. Llegó a nuestro campamento sin querer, tratando de escuchar un poco del Festival de Jazz a ver si se decidía a comprar una entrada. Le ofrecimos un poco de té y nos pusimos a conversar. Le conté de mi proyecto y me dijo que ella feliz de venir al día siguiente a conversar conmigo. Me pidió si podía traer a una de sus alumnas para que practicara su Inglés.

Después de entrevistar a Romana y Dúsan me reuní con Benedicte. Esta vez estaba acompañada de dos niñas (no voy a publicar ni sus nombres ni sus fotos, porque son menores de edad). Son primas. De 13 y 10 años. Ambas son alumnas de Benedicte.

Las niñas

En cuanto las saludo me llega una sensación de familiaridad. Yo fui una niña adolescente hace no tanto. Además, tengo amigos con hijas adolescentes, entonces es definitivamente un entorno bastante familiar. Independiente de las diferencias culturales, hay algo universal en esos años. Hay que decir que una invierte una cantidad no despreciable de tiempo haciendo llorar a la pobre madre, pero lo lindo es que se mantiene esa curiosidad inagotable de los niños, que combinada con la ansiedad propia de la edad resulta en persona que se pueden tragar el mundo con una sóla mirada. Lo más entretenido de conversar con niños es que están tan acostumbrados a absorber, a que les enseñen, que en cuanto uno les presta un poco de atención (no en el sentido de cuidarlos, sino que de escucharlos y aprender de ellos), te cuentan absolutamente todo lo que saben -también lo que no- y eso es precisamente lo que hicieron las niñas conmigo.

Se turnaron al hablar conmigo. Primero vino la mayor, en realidad porque es la que habla mejor Inglés. Partí por preguntarle qué le gusta. Revistas, el canal Disney, cosas normales de adolescente occidental. Que frase más terrible… lamentable pero cierto. Nada mas globalizado y estandarizado que la cultura adolescente. Perdón, de vuelta al tema. Me cuenta que le encanta bailar, y con una mirada cargada a Benedicte, aprender a tocar piano. Había que mencionarlo, sobre todo porque Benedicte es su profesora de piano. Después se quedo callada. Era obvio que me había contado todo lo que tenía preparado y no se le ocurría qué más decir. Le pregunté qué quería ser cuando grande. Me dijo que no sabía. Que no pensaba en qué iba a pasar en el futuro. ¡Que manera de tener cargo de conciencia! Me encantaría haber tenido esa perspectiva a su edad, o incluso ahora. ¡Es que es algo tan sabio! Y ahí tenía que llegar yo a meter las patas hasta el fondo. ¡Bien hasta el fondo! ¡Quién me manda a meterle ideas en la cabeza a la pobre cabra! O almenos eso es lo que pensé en ese minuto.

Mientras mi mente estaba ocupada haciendo que un hemisferio de mi cerebro pateara al otro, ella siguió hablando y me dijo que en realidad quería ser una bailarina: -Nunca sería doctora o profesora, eso si. ¡Demasiado trabajo!- ¡Chuta! Para mi ser bailarina requiere de mas trabajo y perseverancia que las otras opciones. Ella me respondió que lo sabe, pro que al entrar a la sala de ensayo, nunca siente que sea un trabajo duro. Se puede cansar, le puede costar lograr algún movimiento, o le puede doler el cuerpo, pero aún así disfruta todos los pasos del proceso. Nada que decir. Esta enana de 13 me sigue dando mil patadas en el cuadrilátero de la madurez. Yo estoy en el mismo bote y me siento igual. Es impresionante ver a esta niña que le encanta el canal Disney transformarse en esta persona decidida y empeñada. Me da un poco de nervio. Estoy segura que si alguien puede lograr tener una carrera en el baile en este país, es ella. Pero igualmente, si al final decide ser profe o doctora, o lo que sea, le va air bien en lo que haga.

La segunda prima es más joven, y se toma mi solicitud a pecho. ¿Qué si quiero escuchar historias de Cerkno? Ella las tiene. Todas. De repente me doy cuenta que estoy calientita en un café (mientras afuera cae la versión eslovena del diluvio universal), escuchando este tsumani verbal con las copuchas del pueblo. Lo mejor de todo: el protagonista de las copuchas siempre es un pobre curado.

Un hombre –ebrio, por supuesto- se para en la mitad de la misa, va donde está el cura, se para justo al frente de él y se pone a hablar tonterías a la congregación hasta que unos feligreses se levantan, lo toman de los brazos y lo depositan fuera de la iglesia. En otra ocasión, la vecina de al lado iba saliendo de misa. Caminaba camino a su casa por afuera de un bar y le llegó un botellazo en la cabeza que alguien había tirado desde adentro. Otra vez, un hombre estaba -ebrio- tratando de prender un cigarro. Ya era tarde, todos los locales del pueblo estaban cerrados y la gente se había ido a sus casas. Como no tenía a quien pedirle fuego, el hombre tuvo la brillante idea de irlo a buscar al cementerio. En el fondo, es una idea bastante inteligente, porque aquí siempre hay velas prendidas en los cementerios. Las ponen en unos frascos rojos (hermosos por lo demás) para que no se apaguen  las recambian todos los días. Además, siendo un pueblo bastante chico, el cementerio queda a 5 minutos del cualquier lugar. El único problema con la genialidad de este plan es que ese día había fallecido alguien y tenían la tumba preparada para el entierro al día siguiente. El pobre curado, en la oscuridad de la noche se cayó en la tumba, la encontró abrigadita y blandita, y se durmió. Al otro día lo tuvo que despertar la familia del finado, que al llegar al cementerio con el ataúd al hombro, se lo encontraron durmiendo en la tumba. –Pero esto no quiere decir que en Cerkno seamos todos unos ebrios- Me explica mi mini-corresponsal. –Sólo que algunos curados traviesos son chistosos.-

Al igual que su prima, le gustan las cosas comunes que les gustan a las niñas de su edad. También le gusta tocar piano. Ella sí sabe que quiere hacer cuando grande. Quiere ser enfermera. O al menos eso quería, hasta que este año le tocó pasar una temporada en el hospital por una operación. En la otra cama de la pieza, había una niña bastante complicada, que parece que torturó bastante a las pobres enfermeras. Después de esa experiencia no está segura si la enfermería es la mejor opción después de todo. Quizás periodista. Pero todos los niños de su curso quieren ser periodistas y ella no tiene las mejores notas. No son tan malas, pero tampoco las mejores. En realidad le gustaría ser actriz. ¡De musicales! Así podría bailar y cantar y actuar. ¡todo a la vez! Aunque quizás…

Esta conversación podría dar para rato y claramente incluir todos los oficios realizados en la historia. Las niñas tienen que ir a la iglesia. Les toca ayudar al cura en la misa de hoy (menos mal). Lo último que me cuenta antes de que le toque el turno a su profesora es que hay una última cosa muy importante que tengo que saber de Cerkno: -Siempre que una está teniendo un mal día, siempre hay alguien lista y dispuesta para areglaro todo. Alguien que siempre se mantiene positiva. Ella es Benedicte.

Benedicte, 51

Benedicte es originaria de Bélgica. Estaba trabajando y viviendo ahí cuando conoció a Boris, su marido. En esa época, los dos viajaban mucho. Eventualmente decidieron bajar el ritmo y se vinieron a vivir a Cerkno, ya que Boris es de acá. Eso sí, había un leve problema: Benedicte no hablaba ni una palabra de esloveno. Nada. Tampoco tenía trabajo y se aisló bastante. Pero de eso ya han pasado 20 años. Habla el idioma perfectamente bien (o por lo menos eso creo yo) y se ha integrado completamente a la vida del pueblo, dando clases de piano y música a muchos de los niños. Pero a la larga ella siempre va a ser una extranjera, pero de forma positiva. Se ha convertido en una fuerza para sus alumnos. No solo les enseña a tocar un instrumento. También les enseña del mundo. Un mundo tan distinto de este que pareciera estar a años luz. Un mundo donde pueden querer cosas distintas a las posibilidades que se les dan en este pueblo. Y es que no hay problema si uno se quiere quedar acá para siempre, mientras tenga claro lo que hay afuera y que si se quiere, uno puede partir en cualquier minuto.

Es divertido. Benedicte parece tener un carácter tranquilo, callado. Calmada y reflexiva. Le gusta caminar por los cerros y le encanta vivir acá por lo cercana que está a esa naturaleza, en especial de los animales, quienes al parecer se pelean por ella. Hace unos años, ella y su marido estaban caminando por los cerros. Era verano y las vacas estaban arriba, pastando. Una vaca amistosa se e acercó y ella se puso a hacerle cariño. Fue tanto el momento de ternura, que su marido les quiso sacar una foto. De lo que no se dieron cuenta es que en medio de la manada había también una vaca celosa. A penas Boris va a apretar el obturador, viene vaca celosa y le pega un empellón a Benedictine. El golpe la mandó rodando cerro abajo, casi hasta llegar al pueblo. ¡Menos mal que era verano y el pasto estaba blandito!

Se está haciendo tarde y las niñas se tienen que ir. Le entrego a Benedicte el queso de Drago y le  pido a las niñas que me pasen a ver después de misa para entregarles sus grullas. Se nota que a Benedicte le tocó que le regalara el queso. Le explico que es un gesto simple de traspasar la bondad de un extraño. Un rato más tarde vuelve con las niñas. Les entrego sus grullas y Benedicte saca un chocolate y una muñeca. Me cuenta que la muñeca se la regaló su tía, quien es monja y que vivió muchos años en Santiago. Cada vez que volvía a Bélgica de visita, le traía un regalo. Uno de esos fue la muñeca. La verdad es que me llegó mucho este gesto. Me siento un poco mal aceptando un regalo de tanto valor, así que le explico que no me puedo quedar con la muñeca y que se la voy a entregar a la próxima persona con la que converse. Me dice que está bien, que la muñeca va a encontrar su hogar. Es un regalo tan especial que no se va a ir así como así. Al interior del delantal va a ir cosida una nota contando la historia, y ojalá que quien sea que llegue a ser su nuevo dueño la aprecie como nosotras.

Como no hay fotos de las niñas, aquí va una de una grulla



El comienzo

Transmuted stories es un proyecto a realizar en una residencia organizada por Nomadic Villages durante Mayo y Junio de 2015. La residencia contempla 10 días en el pueblo de Cerkno en Eslovenia y luego 20 días de viaje por tierra hasta Timisoara en Rumania.

La premisa para este proyecto consiste en establecer vínculos con personas a lo largo del viaje, para así poder conocer sus versiones sobre la historia del lugar. El plan es que quienes decidan participar en el proyecto me lleven a algún lugar que sea relevante para la historia de la localidad. Ahí me contarán sus versiones de estas historias, que luego transcribiré en este blog junto con una foto de cada participante. La idea es conocer distintas versiones de experiencias, historia y leyendas locales, para poder formar nuestras propias memorias absorbidas sobre este lugar.

A su vez, todos los participantes están invitados a visitar este blog y escribir sobre sus experiencias del proyecto. Idealmente, este blog no se convertirá solo en una compilación de historias de viaje, sino que también funcionará como un catastro democrático sobre nuestros intercambios sociales.

Habiendo establecido el plan, es necesario aclarar que tanto el desarrollo como los resultados del proyecto son inciertos. Y es que la barrera lingüística y las estadías cortas son sólo breves ejemplos de las sorpresas, accidentes afortunados y eventuales dificultades que podrán aparecer en el camino, y que terminarán por dar forma real al proyecto.

Así, este es sólo el punto de partida para Transmuted stories. Cómo las interacciones humanas le van dando forma a lo largo del camino aún está por verse.

Primeras Impresiones:

Hablar con extraños no es fácil. Conversar y compartir con personas cuando no hablas el mismo idioma es más complejo. Conseguir que extraños con los que apenas te das a entender  te cuenten una historia sobre sus vidas es simplemente ingenuidad.

Gracias a este leve impedimento, decidí cambiar un poco este proyecto. En vez de compilar impresiones sobre su historia dentro de este lugar, voy a utilizar este blog para escribir narrativas basadas en la información que recopile con las entrevistas. Lo que lean aquí puede ser factual o no. Cuando las personas me cuentan sus historias, yo no tengo como corroborarlas, y quienes lean tampoco pueden corroborar las mías. También estamos acostumbraos a que nuestras historias y anécdotas tienden a crecer con el tiempo y aumentar cada vez que las repetimos. Esto es lo que sucede cuando se comparte una historia con una extraña y ella sólo entiende una fracción de lo que le cuentas.

Jueves

Estaba caminando por el pueblo tratando de entablar conversaciones con las personas. Desubrí que a pesar de lo amorosas que son las personas aquí en Cerkno, prefieren escucharme que contarme de ellos o sus vidas, lo que hace que esta cosa de las entrevistas se vuelva bastante compleja. Así, iba caminando por la vereda, llegando al borde del pueblo (aquí no cuesta mucho llegar a los límites del pueblo), cuando vi a un tipo adentro de un auto estacionado. Se había sacado los zapatos y claramente estaba esperando. Lo mejor de todo: Estacionado y sin zapatos, no tenía donde huir.

Su nombre era Drago, y esto es lo que me contó.

Drago tiene 49, vive en Kropa, un pueblo de por acá cerca, y hace queso en la granja de uno de sus amigos. Iba camino a vender sus quesos en Maribor cuando se quedó en pana justo al frente de la escuela. Llamó a un amigo para que lo viniera a ayudar. El amigo le dijo que podía llegar en un poco más de una hora, así que Drago empujó el auto hasta la parada del bus, se sacó los zapatos, abrió un libro y se puso a leer. Hasta que llegué yo, mendigando historias.

Antes de empezar, yo me siento en la cuneta, y Drago, desde el asiento del conductor, estira el brazo y saca un queso gigante de un canasto en el asiento de atrás. Corta un pedazo para él y otro para mi y se pone a hablar. Me como el queso mientras escucho. Es alguna clase de queso mantecoso. Lo suficientemente fresco y artesanal como para que se le sienta el sabor a leche entera de vaca (de esa que los Pollis traen de Valle Alegre). Es de esos quesos de campo que por mucho que uno busque, no los encuentra. Se te aparecen en el camino por una vez, y por más que los tratamos de reencontrar, nunca es igual. Por la forma en que describe su trabajo, y por el queso mismo, está claro que Drago ama su pega. Ha sido quesero por 10 años, pero no siempre en el mismo lugar. Hacen más o menos 2 años, estaba trabajando en una granja orgánica. Era una de esas típicas en las que contratan a los mochileros de temporeros durante los veranos. La mayoría se queda unas cuantas semanas juntando plata para seguir camino. Rara vez vuelven al mismo lugar.

En esta granja en particular, los mochileros ayudaban con las ovejas, cabras y gallinas. Era el final de la temporada. Los corderos y cabritos ya habían nacido, ya los habían castrado, esquilado, pastado y estaban de vuelta en la granja, regordetes viendo la llegada del invierno. Quedaban los últimos mochileros, pero no había mucho que hacer.

Aprovechándose de una tarde libre, los mochileros partieron a Rudno, un pueblo cercano a la granja donde había un bar en la plaza. Pasaron la tarde en el bar, se curaron y alcanzaron a agarrar el último bus que pasaba cerca de la granja. Cuando llegaron, la luna llena estaba alta en el cielo. Drago estaba en la despensa de los quesos listos, cargando el auto para ir al mercado al día siguiente. Estaba a punto de irse a acostar cuando empezaron a llegar ruidos extraños desde el gallinero. Las gallinas estaban cacareando histéricas, a la vez que personas se reían y gritaban que fueran a ver, así que Drago partió al gallinero.

Al llegar, vio a Paula, una de las mochileras, en el medio del gallinero, encuclillada y cacareando como gallina. Al oírla, las gallinas habían salido de sus nichos, mitad por miedo, mitad para ver si tenía comida. En la confusión, todas terminaron cacareando alrededor suyo. Por más escándalo que hicieran las gallinas, y los demás trabajadores, no había quién sacara a Paula del corral. Seguía cacareando y haciendo una especie de danza de la luna gallinezca. El administrador de la granja estaba enfurecido, las gallinas vueltas locas y todos los trabajadores de la granja mirando, riendo y gritando cosas. Y a Paula no la movía nada ni nadie. Finalmente, luego de un par de horas, la luna se escondió detrás de unos cerros. Paula se incorporó y dejó a las gallinas, Drago y el resto de los espectadores en el gallinero y se fue a acostar. Poco tiempo después Drago dejó la granja orgánica y se fue a trabajar a donde está ahora. Aún así, recuerda esos años como los más entretenidos de su vida, conociendo gente de todo el mundo, y Paula y las gallinas fueron uno de los puntos más fuertes que recuerda.


Al despedirme, Drago me dio aún más queso (que me traje de vuelta para compartir con el resto de los nómades) y un frasco con recortes de queso remojados en aceite de oliva. Este frasco lo voy a traspasar a quien quiera ser el siguiente en compartir sus historias. Por ahora, aquí queda una foto de Drago y uno de sus quesos.

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